Procusto, hijo de Poseidón, daba hospedaje a los viajeros que visitaban Eleusis. En algún momento de la estadía, obligaba a los huéspedes a acostarse en una cama de hierro. Si el huésped era más alto que ésta, cortaba su cabezas y pies y si era más pequeño, rompía sus extremidades y las alargaba hasta que quedaran con el tamaño justo. Se dice que la cama tenía un mecanismo que la hacía más grande o más pequeña deliberadamente. Procusto manipulaba el tamaño. Su intención era cercenar y torturar a sus víctimas a como diera lugar.
La justicia llegó en manos de Teseo, quien, sabiendo de sus fechorías, visitó al hijo del Dios de los Mares y le puso su propia prueba; hizo que se acostara en la cama de hierro, al ser extremadamente alto por ser vástago de una deidad, sus extremidades superaron las medidas de la cama y fueron cortadas.
La cultura popular conservó esta historia para nombrar a algo que todos conocemos. ¿Recuerdas a aquel compañero de tu colegio que tenía las mejores calificaciones? No le gustaba salir a fiestas con el resto, siempre era cumplido con las tareas y su manera introvertida de ser la convertía en una persona un tanto solitaria. El resto de la clase criticaba o se burlaba de esta manera de ser, ¿por qué? Simplemente porque no era igual a la suya.
Si tienes prioridades, gustos o simplemente una personalidad distinta que el resto de los que te rodean, muy probablemente serás criticado, tanto más si esas actitudes te traen algún tipo de éxito. Lo mismo puede suceder en el trabajo; un elemento sobresaliente suele ser blanco de ataques, críticas e injurias, con tal que rompa el status de “normalidad del resto”.
Las personas que tienen este síndrome son por lo general sumamente inseguras. No confían en sus propias capacidades, siempre se comparan y tienen un amor propio sumamente lastimado, tanto que su bienestar depende del malestar de los demás. Por ello, ponen todo su empeño en hacer tropezar a quien ven sobresalir.
Detrás de todo esto no hay más que miedo. Algún episodio traumático de la infancia que no se ha solucionado o una creencia falsa reforzada por las experiencias que les hace pensar que su valor personal se demerita si alguien hace algo mejor que ellos. Ignoran que su valor, no estriba en nadie externo a ellos mismos.
Este síndrome ha sido especialmente expuesto en el ámbito empresarial. Pláticas motivacionales exhortan a sus empleados a no mermar el éxito de los demás porque eso significaría pérdidas económicas. Sin embargo, esto está lejos de ser sólo un conflicto de oficina. En nuestras relaciones personales y cercanas, esto puede ocurrir a menudo. Con nuestros amigos, familia e incluso pareja, esta situación ocurre y lastima a quienes la sufren.
La consabida violencia en el noviazgo, puede incluir de parte de cualquiera de los miembros una competencia malsana. Por medio de chantajes, se limita al otro a que haga cosas que acrecienten su evolución por miedo a ser abandonados, remplazados, o simplemente porque no soportan la idea de que el otro sea “mejor”. Necesitan ser protagonistas, tener todo bajo su control. Lo que salga de su cama de hierro, debe ser exterminado.
Entre amigos o miembros de una familia también puede ocurrir esto, disfrazando la envidia de consejos que buscan limitar el bienestar del otro, las personas que nos “aman” pueden perjudicarnos con críticas malintencionadas que detienen nuestro desarrollo.
Quien sufre este síndrome tiene una visión limitada, piensa que las cosas son de una determinada manera y quien esté fuera de ese esquema pone en peligro su estabilidad. Ideas novedosas, planes arriesgados son enérgicamente censurados.
Todos hemos conocido algunas personas que tienen todas estas características. Quizá algún profesor, un compañero, una novia o un amigo, pero, ¿has pensado que tú podrías ser este tirano sin atreverte a saberlo?
La mayoría de las veces es más fácil mirar hacia afuera para juzgar. La venda del amor propio impide que veamos nuestros propios defectos. No es cosa sencilla enfrentarnos con el Procusto que llevamos dentro y sale a cortar cabezas de vez en cuando.
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Referencias:
Psicología y Mente
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