A los 19 años fui violada. Los detalles sórdidos de ese momento salen sobrando. Yo pensé que si lo contaba, la gente iba a pensar mal de mí, que no me creerían. Así que preferí tragarme esa píldora de dolor yo sola. Sentía mucho coraje, impotencia y vergüenza. Si me atrevo ahora a contarlo es porque ya no me importa el qué dirán. Quiero que otras personas sepan que pueden sobrevivir a un evento traumático, pero que no tienen que hacerlo solas.
De vez en cuando leo notas en las que hablan de la violación a una mujer y se le culpa por ello. Los comentarios van desde “claro, estaba borracha”, hasta “se viste muy provocativa, ella lo propició”. Hoy quiero que todas esas mujeres que han callado como yo, sepan que nunca, bajo ninguna circunstancia, es culpa suya. No importa cómo se hayan vestido, cómo hayan actuado o lo que hayan tomado.
No se nos debe respetar por género. Aquella deferencia, quizá bien intencionada, de decir que nos merecemos un trato respetuoso por el sólo hecho de ser mujeres, debe adquirir un nuevo giro. Nos merecemos un trato respetuoso porque es lo correcto. No importa el género o preferencia sexual. El respeto debe ser intrínseco a la persona y partiendo de esa base, jamás se puede culpar a una víctima de su violación.
Yo nunca creí que hubiera sido mi culpa. Y con todo el coraje y la frustración que esto me representó, tomé la decisión siendo todavía extremadamente joven, de no dejar que ese evento fuera lo que rigiera mi vida. Siempre creí que odiar a quien me violó era darle poder. Y darle poder equivalía a dejar que violara no solamente mi cuerpo, sino mi vida. Lo cierto es que también pude haber tenido un proceso mucho más llevadero si me hubiera dejado ayudar.
Hoy quiero decirte, pedirte que, por favor, si pasaste por una violación, no te calles. Callada, contrario a lo que se dice, no te ves más bonita. Hay muchas instancias a las que puedes pedir ayuda. Quiero que sepas que tienes el derecho a que se te escuche y SE TE CREA. No demores más, sé valiente. Tu silencio no sirve. Si conoces a tu agresor, denúncialo. Busca ayuda psicológica, trátate. No estás sola.
Quiero decirte que no dejes que una violación te cambie de un modo definitivo e irreversiblemente, para mal. Te mereces la vida. No seas una víctima, sé una sobreviviente. Hoy tengo una hija a la que desde pequeña motivé a que encontrara su voz y que supiera que esa voz, la misma que puede usar para platicar las cosas más mundanas o para decir una palabra de amor o de aliento, también la puede alzar para quejarse, para exigir, para hacerse respetar. Que es un derecho inalienable que nadie puede ni debe quitarle nunca. Y sé que de haber tenido un hijo varón, lo hubiera educado de la misma forma.
Ahora estoy segura que no hay que criar niñas que se defiendan, sino humanos que no agredan. Ese cambio puede ser toda la diferencia en las generaciones futuras. La educación como herramienta y no la ignorancia como arma. Quizá lo que también es primordial que lo que debemos aprender a reciclar no es la basura, sino el dolor. Busca ayuda, trátate, libérate.
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