Nunca creíste ser capaz de hacer esto. Desde hace meses tu dinámica de vida es mucho más tranquila, más “adulta”. Hace tanto que no tienes pareja, que has olvidado por completo los nervios que sentías al tomar el teléfono esperando un mensaje o la llamada de el…
Te has acostumbrado a tener tus propios tiempos, a decidir lo que harás y lo que no. A ir al cine, al teatro y a comer cada vez que te plazca sin tener que poner a discusión ningún detalle. Mientras, piensas todo eso absorta, el mesero insiste en saber si te trae otro trago o esperarás a alguien más. “Otro trago”, respondes.
Y ahí estás, esperando a un sujeto desconocido que tu amiga ha insistido tantas veces en presentarte. Casi sin enterarte, las manos comienzan a sudarte, estás nerviosa y temes que no sabrás qué decir y cómo comportarte.
No existen manuales de comportamiento que establezcan qué sí y qué no va en una primera cita, como si se tratara de una evaluación escolar. Sin embargo, puedes comenzar eliminando los pensamientos sexistas –y erróneos– que tenemos la mayoría al salir con alguien por primera vez.
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1. La cuenta
Para muchas personas, el que un hombre pague la cuenta es sinónimo de sometimiento sobre la mujer a quien invita. Esto puede o no ser cierto, todo dependerá de la intención de la persona en cuestión. Puede tratarse de un simple acto de amabilidad que bien puedes rechazar si consideras que vulnera tu autonomía.
Se ha dicho más de una vez que lo equitativo sería pagar por partes iguales. Esta puede ser una buena opción si te sientes cómoda con ello; incluso, si no tienes problema con invitar esta vez tú o ¿por qué eso sería algo equivocado?
Lo mejor es dialogar abiertamente sobre el asunto sin temor a expresar tu opinión y, sea cual sea tu decisión a la hora de pagar, llevarla a cabo.
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2. Sexo en la primera cita
Tener sexo no es sinónimo de igualdad y no tenerlo no equivale a ninguna abnegación. Tu consentimiento es donde estriba la diferencia. Si quieres tener sexo en la primer cita pero te preocupa la opinión de él o de quienes puedan enterarse porque dirán que eres muy “fácil”, o bien, te sientes obligada a tenerlo porque no quieres que él o alguien más piense que eres “anticuada”. Ambos temores son infundados.
No debe ser la opinión de otros lo que condicione las decisiones que tomes respecto a tu cuerpo. Una elección consciente y libre te alejará de cualquier maraña emocional. Tanto si quieres tenerlo, como si no, debes expresarlo con total sinceridad.
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3. Tu comportamiento
Si la persona que has comenzado a conocer te gusta, probablemente te sientas motivada a comportarte de una manera cuidadosa para gustarle también. Sin embargo, piensa que si eso sucede, eventualmente te conocerá como eres: sin filtros.
Limitarte a expresar tus opiniones sobre temas de política, arte, religión, astronomía o cual sea –sólo por pena– es una manera de negarte a ti misma, de reprimir lo que eres y sabes. Es evidente cuando una persona está interpretando un papel y no está siendo ella misma. No hay nada que debas temer en ser tú.
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4. Lo que eliges vestir
Es cierto que condicionamos la manera en la que vestimos dependiendo de la situación a la que nos enfrentaremos en el día. Tristemente, muchas mujeres desisten de ponerse ropa ajustada o corta por la violencia verbal y física de la que son objetos en las calles. Esto no debe suceder más.
En este sentido, las citas tampoco deberían condicionar la manera en la que vestimos, pues finalmente estaríamos cediendo esa decisión a alguien más. Guardar o exhibir nuestras curvas debe ser una elección soberana: vístete como quieras.
Al final, se supone que encontrarnos con alguien debe ser algo que se disfrute, no que se sufra. Es verdad que el mundo no cambia de un día para otro y que incluso nosotras mismas albergamos miedos y pensamientos que a veces suponen un detrimento para nuestro género. Así que sólo siendo conscientes de nuestros de deseos y necesidades podremos expresarlos de manera cada vez más clara y menos sexista.
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