Todo eso siempre había existido, y él no se había percatado, no había participado del mundo. Ahora sí. Por su ojo pasaba la luz y la sombra, por su corazón circulaban las estrellas y la luna.
Siddhartha (1922) de Hermann Hesse
La teoría de la relatividad, formulada por Albert Einstein a inicios del siglo pasado, amplió la visión de la humanidad sobre su existencia e impulsó una renovación sin precedentes en la comprensión del Universo. Así, la explicación Euclidiana, rígida y lineal, se transformó en una hermosa curva en las que cuatro dimensiones confluyen y dan sentido a la realidad humana. Desde entonces la certeza no existe y los absolutos son simples recuerdos de una época oscura de la razón humana.
Esta revolución no sólo cambió para siempre las ciencias naturales, sino que significó la instauración de un nuevo paradigma en todas las actividades humanas, desde el pensamiento filosófico hasta la creación artística. Entonces la postmodernidad supuso una verdad compartida y construida, en la que todo era posible y era relativo, siendo la psicología una de las ciencias que más influencias recibió para lograr transformar su esencia gracias a la multiplicidad relativista y la apreciación lingüística estructuralista.
Desde esta postura, el cambio epistemológico constructivista en la psicología nos presenta la realidad humana como un entramado discursivo en el que confluye una verdad narrativa y una verdad histórica; el ser humano se estructura en narrativas, historias escritas por fuerzas inconscientes que se expresan desde la metáfora de nuestra experiencia, por lo tanto, la psicoterapia se plantea como una reescritura de nuestra historia desde la profundidad y el reconocimiento propio. De esta forma, la verdad narrativa es el manifiesto de nuestro sufrimiento, la queja incesante del síntoma y el pedir ayuda al terapeuta desde la suposición de saber; en cambio, la verdad histórica se presenta como el saber propio, oculto en el mundo de las ideas latentes, a la espera de ser escuchado y resignificado para transformar “mi verdad”, que es diferente a todas las verdades de la humanidad.
Sin embargo, al ser la postmodernidad una era de evolución(es) no sólo la luz de la razón ha progresado, también lo ha hecho el sufrimiento que nos oprime. Vivimos en la época del engaño colectivo y el mandato de libertad, el inconsciente se ha actualizado y nos esclaviza de nuevas formas, nos obliga a ser parte del uno social estructurado por el otro cultural. De esta forma, el malestar en la cultura se refleja en nuestros síntomas individuales y nos ocultamos detrás del fantasma de la moda y la cultura pop, nos aliena a una totalidad que por su carácter efímero nos hace sufrir de una forma vacía e imperceptible.
Esto nos hace retornar a la idea central de estas líneas, la de presentar al ser humano como una construcción narrativa, la cual debe ser el punto de partida de toda intervención psicológica. Se trata de sabernos sujetos del lenguaje, seres inmersos en un código lingüístico, partes de un sistema cultural y social que nos aliena y nos obliga a seguir una unidad; pero al mismo tiempo sabernos diferentes desde la individualidad y reconocernos como escritores de nuestro destino. Así, la psicoterapia es un vehículo de acceso a nuestro saber, un encuentro con nuestra verdad que rompe la repetición del sufrimiento y abre una puerta hacia la libertad personal, que toma una visión relativista, es subjetiva y dependiente de “mi historia y realidad”.
Es esta dialéctica socio-personal la que nos define como narrativas, historias que se escriben desde el inconsciente y son expresión de la postmodernidad cultural, relatos de un malestar que busca ser escuchado y entendido, creaciones metafóricas únicas que están sujetas a un todo. Somos un cúmulo de saberes que flotan en un espectro existencial de luz y oscuridad, y es el dispositivo terapéutico un libro con páginas en blanco que se escriben desde el primer encuentro con el psicólogo y se constituye como la experiencia más compleja de humanidad y humildad. Al final, quiero transformar estas líneas en una invitación personal al encuentro o al reencuentro contigo; pregúntate el día de hoy: ¿estás listo para escribir tu historia? Las respuestas se leen entre líneas.
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Estas son otras razones que puedes leer y saber por qué el amor es otra forma de curarnos del sufrimiento de la vida.