La razón por la que nos obsesionamos tanto con la esperanza

La razón por la que nos obsesionamos tanto con la esperanza

La razón por la que nos obsesionamos tanto con la esperanza

Texto escrito por R. Misael García

 

Tiene días que no cuento los días.

¿Qué ganas con contarlos? Sólo los cuentas cuando esperas algo. Fueras un preso que espera su liberación, contarías los días. Fueras una madre esperando a que nazca su hijo, contarías los días. Fueras un estudiante esperando a salir de clases, contarías los días. O si fueras a casarte, contarías los días. Cuentas cada día que pasa porque esperas algo. De esto se entiende que es la esperanza lo que provoca que cuentes los días. Pero, ¿qué esperas? Esperar es un acto de fe, en ti, en las personas, en tus convicciones, en las creencias. La esperanza es el acto de autoproteger la vida. Porque esperas siempre lo mejor, algo bueno. No esperas nada malo, de lo contrario, si esperas algo malo, estamos ya hablando de otra cosa, de la resignación.

Sin embargo, la esperanza tiene la capacidad de autoregenerarse, podrá apagarse, podrá perderse, pero sólo podrá morir a la par de la vida; lo que se apaga puede volver a encenderse, lo que se pierde puede volver a encontrarse. Contamos los días para alimentar la esperanza, cuando ésta llega a realizarse, la esperanza busca en automático una nueva causa por la cual luchar, y lo interesante es que puede multiplicarse al grado de tener distintas causas por las cuales esperar.

Más si te detienes un tiempo a pensarlo, esperar es algo muy tonto. ¿Por qué esperas?, lo sabes muy bien, nada de lo que esperas en el futuro tiene la certeza de cumplirse, existen miles y miles de posibilidades aleatorias que pueden afectar el resultado final. Y aunque esto lo sabe tu razón está nublada por la esperanza, no la puedes controlar después de haber surgido la idea de tenerla. Cuando las circunstancias cambian la esperanza se adapta y puede negociar contigo para que aceptes tal transformación. Si no permites esta negociación, llega la decepción. ¿Por qué esperas?, eso no lo sabes, hemos dicho que esto supera a tu razón. Se nos dio la esperanza para sobrellevar la vida; hay algunos que dicen sobre la esperanza que no nos pertenece, dicho sentimiento le corresponde a la vida, son los intentos de tu vida por defenderse y sobrevivir. No cuestiono tu o tus esperanzas, sino describo ligeramente el acto, el ejercicio mental qué haces en tu subconsciente.

Si tuvieras la posibilidad de subir a una escalera imaginaria para poder verte, te darías cuenta que esperar es algo muy tonto y también algo muy necesario. De lo contrario, dejas de contar los días, dejas de hacer el esfuerzo de buscarla o encenderla y sólo entonces empiezas a morir, hasta llegar al acto consumado de inactividad total. Es bueno, algunas veces, dejarla que se vaya por un tiempo, dejarla descansar para no hartarse de ella. Es bueno, algunas veces, dejar que se vaya por un tiempo para extrañarla. Sólo no olvides dónde la dejaste para volverla a usar cuando lo creas conveniente.

¿Por qué esperas?, déjame decirte un secreto: esperas para no volverte loco con la noción eterna del tiempo, porque en este mundo tú no eres eterno, ni nada de lo que te rodea; y eso no lo logra comprender tu razón, se niega a aceptarlo y para que esta realidad no sea dura para ti, te entretiene con la esperanza. Toda la vida te la da para que no vivas pensando en aquel día que vas a morir.

Tiene días que no cuento los días.

Puedes aprender a negociar con tu esperanza. ¿Quieres que te sorprenda?, deja de esperar y dejarás de decepcionarte, de ti o de las personas. Es un arma muy poderosa en tiempos angustiosos, pero si empiezas a alimentarla desmedidamente, las expectativas serán muy altas y los resultados muy bajos. Deja de esperar, deja de hacerla tuya autoproclamándote dueño de ella, cuando en realidad, la esperanza es de la vida, cuando también ni siquiera eres dueño de tu vida, porque algún día la entregarás cuando mueras. Deja de esperar, deja que la esperanza sea de la vida, y cuando ocurran cosas buenas, cuando lleguen cosas buenas, serás sorprendido por la esperanza.

Tiene días que no cuento los días.

“Quizás ande descansando por ahí, descansando de mí. Andará en algún lugar tranquilo, disfrutando de un atardecer o tomándose una copa de vino. De repente me escribe para saludarme, le digo que regrese pronto para que empiece a contar los días. Ella me dice que aún no es el tiempo, yo no sé cuándo será el tiempo, pero no puedo esperar porque ella no está conmigo. Me dice que lea libros, que escuche canciones bonitas, que llame a los amigos, que escriba para entretenerme o toque un blues con la guitarra; pero a veces llego muy cansado del trabajo y olvido hacer esas cosas. Luego le mando fotografías muy bonitas que logro tomar por coincidencia de la vida y el tiempo; las ve y dice que son muy buenas, que tengo un buen enfoque. Pero aun así no logro convencerla para que regrese. De repente, me manda buenos obsequios, como cuando el botón de aleatorio, del reproductor de música, hace que ‘Black Dog’ siga después de ‘The Lemon Song’, y luego venga ‘Since I’ve Been Loving You’, eso hace que me ponga a bailar al ritmo de la música como un loco. O como cuando vamos al río con los muchachos, eso también me entretiene. Un día le dije que me gustaba una niña de por aquí, y me dejó en visto, tal vez ande ocupada y no pudo responderme. Tiene días que no cuento los días, pero yo digo, ¿para qué contarlos?, de igual forma el tiempo no puede detenerse, y éste, tampoco cuenta los días”.

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La espera también cansa. Así como esa creencia irracional que nos hace pensar que no merecemos nada en la vida…

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