Fue un día productivo o eso creías, hasta que vas de regreso a tu casa y comienzas a ver tu muro de Facebook. Llegas, te recuestas y vuelves a la pantalla de tu celular, miras por tercera o cuarta vez todo tu muro y te comienzas a sentir secretamente frustrado. Descubres que todo parece ir perfecto para los demás; en sus fotos lucen descaradamente felices, los lugares que visitan son increíbles, lo que comen, cómo se visten, incluso quisieras tener un puesto de trabajo semejante a alguno de ellos. La frustración que recorre tu ser se debe a todo lo que “no tienes” y crees merecer tú también.
Lo que sientes en realidad es un malestar generacional. Algo hace falta para sentirte feliz, no importa qué o cuánto tengas, siempre te falta algo.
¿De dónde viene ese sentimiento de carencia y desbalance?
Nacimos en un encrucijada donde se mezclan familia, tecnología e impaciencia; sin embargo, crecimos en un ambiente caracterizado por las “estrategias fallidas de crianza”. ¿Qué significa esto? Tus padres siempre te dijeron que eras especial, sumamente único y que podías tener todo lo que quisieras en la vida con sólo desearlo. Algunos recibieron honores en la escuela aún cuando no los merecían, pero sus padres se quejaron y sus profesores tuvieron que darles una calificación notoria para no contravenir a la autoridad (papá y mamá) y perder, seguramente, su empleo. Algunos obtuvieron medallas de participación sin importar el lugar que obtuvieron en la competencia. Llegaras primero o último ahí siempre estaba tu medalla de participación.
Así que, aparentemente, crecimos con mayor autoestima que todas las generaciones anteriores, pero el funcionar del mundo es igualmente más despiadado, por lo que estas estrategias de crianza resultaron contraproducentes. En el mundo real, en el día a día del trabajo y la competencia, te das cuenta de golpe y en la nariz que no eres para nada especial, que no tendrás todo lo que quieres sólo con desearlo.
Aunado a este problema, el uso desmedido de redes sociales como Facebook e Instagram nos enseñan a ponerle filtros a la realidad para hacerla lucir perfecta, envidiable, única y especial. Por eso somos la generación que muestra a los otros una vida asombrosa, incluso cuando la frustración y la depresión nos ha ganado la batalla del día. Por otra parte no dejamos de scrollear porque se siente bien recibir likes y mensajes, pues cada que recibimos uno el cuerpo genera la dopamina que necesita para sentirse realizado, aunque sólo sea por un momento. Cabe mencionar que la dopamina es la misma sustancia que el cuerpo segrega cuando fumamos, bebemos, nos enamoramos o apostamos; es decir, es sumamente adictiva.
Así que no importa que tu día haya sido productivo, que todo te haya salido bien, al ver lo “genial y perfecta'” que es la vida de tus amigos todos se viene abajo.
Así que esa gran autoestima con la que creciste, sólo opera dentro de casa. La generación millenial sufre del peor amor propio, pero no es nuestra culpa, sino de esas “estrategias fallidas de crianza”. Crecimos en un mundo de recompensas instantáneas. Puedes comprar lo que sea, cuando sea y posiblemente llegué al siguiente día a tu casa. ¿Deseas una película? Entras a Netflix ¿Te impacienta esperar por el siguiente capítulo de la serie? No te preocupes, subimos toda la temporada completa el mismo día. También tienes una app para conseguir con quién salir, para comprar comida, para ver los eventos que hay a tu alrededor. Todo al instante.
Todas estas facilidades sólo reafirman lo que tus padres te hicieron creer: eres sumamente especial y te mereces todo ahora mismo. Nos entregaron más de lo necesario sólo por el hecho de ser sus hijos, sin importar si nos lo merecíamos o si hacíamos algo para ganárnoslo. Nos hicieron pensar que nada necesita tiempo, dedicación o sacrificios. Hoy sufrimos las consecuencias de esa condescendencia en nuestras relaciones sentimentales y en nuestro medio laboral.
Debemos aprender el balance en los aspectos relevantes de la vida, nadie –ni siquiera– nuestros padres nos lo pueden dar. Narcisismo, egoísmo, pereza, son palabras que generalmente se usan para hablar de los millenials. También se dice que ellos son tan difíciles de manejar porque creen merecerlo todo potenciado por una dinámica de instantaneidad de la que es muy difícil escapar.
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Fuente:
Yago de Marta