La criminalización del uso de drogas ha sido motivo de debate a lo largo de décadas. Sin embargo, pocas veces se han llegado a tomar distintas alternativas para solucionar un problema que afecta a familias enteras, no precisamente por el narcotráfico (como es el caso de México), sino por personas que entran en adicciones y terminan en cárceles, siendo tratados como criminales por el simple hecho de sucumbir ante el “demonio” de las drogas.
Existe el obvio ejemplo de México y Estados Unidos, que tienen enorme cantidad de personas en cárceles por posesión mínima de drogas. Esto no sólo genera sobrepoblación en las prisiones, sino que inmediatamente criminaliza a las personas que son descubiertas bajo este delito. La gente que es arrestada bajo estos cargos genera antecedentes, lo que les impide encontrar trabajo estable en el futuro, creando un problema que puede llevarlos a las drogas, formando así un círculo que llega a destruir su tranquilidad e incluso su vida.
En muchas partes del mundo se sufren estos problemas, y las personas con el poder de hacer un cambio dejan de lado la posibilidad de la despenalización por distintos motivos. Entre ellos, posiblemente, existe la idea de que si se deja de castigar a los consumidores de drogas, aumentará el número de personas que las adquieren diariamente. Sin embargo, Portugal parece ser una nación que podría servir de ejemplo al resto. En 2001, el gobierno portugués hizo lo impensable: descriminalizó todas las drogas, sin excepción.
¿El resultado? Un declive en el uso de drogas en la población. Esto principalmente en los jóvenes de entre 15 a 24 años que suelen ser los más susceptibles a comenzar a usar drogas. Asimismo, se redujo el número de adictos; es decir, que un porcentaje de las personas que usaban drogas antes de que se despenalizara han dejado de consumir. Asimismo, las muertes causadas por drogas han bajado considerablemente, de un promedio de 80 en 2001, a aproximadamente 12 en la actualidad.
Y eso no es todo. La taza de infecciones causadas por VIH (que suele transmitirse entre los usuarios que consumen drogas inyectables) se ha reducido a un paso estable. Además, se convirtió en un problema que se puede manejar con mayor facilidad que en otros países; y, aunado a la despenalización, Portugal vio un declive en el encarcelamiento de cargos relacionados con drogas, mientras que las visitas a clínicas de salud que tratan adicciones y enfermedades han ido aumentado año con año.
Pero ¿cómo logró hacerlo Portugal? ¿La causante de estas ventajas solamente es la despenalización? Todo comenzó en 1974: cuando Portugal aún funcionaba como una dictadura, llegó la Revolución de los Claveles (llamada así porque fue una revolución pacífica), que llevó al país a una democracia, y eso encendió una llama que buscaba definir una nueva nación portuguesa.
Además de los cambios militares y económicos, llegó una transformación en cuanto al manejo de las drogas en el país. Durante la dictadura se incrementó una cultura de drogas debido a que el intercambio comercial por medio de viajes facilitaba el acceso al continente. Esto eventualmente desató una crisis de sustancias en el país que primero fue manejado como en cualquier otra parte del mundo: mediante un sistema que castigaba duramente a cualquiera que consumiera drogas. Durante 20 años intentaron este método sin buenos resultados. Para 1999, el 1 % de la población era adicta a la heroína y las muertes por SIDA eran las más altas en la Unión Europea.
Todo esto cambió de una manera inesperada al llegar la despenalización, pero esta no fue la única causa responsable de esta mejoría. Al transferir los asuntos de drogas del Departamento de Justicia al Ministerio de Salud, se vio un cambio que no ha sucedido en ninguna otra parte del mundo. El país también expandió el sistema de asistencia social, convirtiéndolo en una forma de ingresos mínimos garantizados, lo que, al buscar erradicar la pobreza, le ofreció a los ciudadanos los recursos de salud y materiales que necesitan para una mejor forma de vida.
Básicamente, al despenalizar el uso de drogas, Portugal buscó que quienes tuvieran este tipo de problemas pudieran asistir a una clínica para poder tratar sus adicciones. Al tener los recursos necesarios para esto, una mayor cantidad de personas de cualquier clase social puede tratar su enfermedad sin ser catalogado como un criminal. Asimismo, el que la población tenga un ingreso mínimo garantizado reduce la cantidad de personas que buscan refugio de sus problemas en las drogas.
Esta cultura de rehabilitación, y, aún más importante, dejar de criminalizar a los adictos a las drogas, ha mejorado la calidad de vida de muchas personas. Aunque Portugal aún está lejos de solucionar todos sus problemas financieros, al preocuparse por su población da un gran paso en la dirección correcta, ya que no busca la perfección en sus ciudadanos, sino que ve una puerta hacia un mejor mañana dentro de la esperanza.
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Mientras que Estados Unidos y México siguen tratando este tipo de adicciones como un problema moral en vez de salubre, Portugal elimina ese prejuicio y logra atraer a las personas con la promesa de una mejora eventual, no un golpe certero al estar encerrado por un crimen que no lastima a nadie más que a uno mismo. Nos recuerda a aquel festival donde probar drogas ilegales no tiene consecuencia alguna. Y, quien sabe, quizá como humanos, mientras tanto, prefiramos quedarnos con las drogas ficticias del cine y la TV en lo que nuestro país despierta y detiene la penalización.
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Fuente:
Mic