Todo comenzó con unos relojes derritiéndose. Si no en la carrera del pintor catalán, sí en el imaginario global de este artista. Con “La persistencia de la memoria”, el que quizá sea el cuadro más famoso del surrealista líder en la historia, se tiene de primera mano una interpretación en torno a la liquidez del tiempo y su permeabilidad en cualquier tipo de acto humano; sin embargo, entrando de lleno en la postura onírica de su autor podemos advertir que esta pintura de elementos blandos se refiere a la teoría de la relatividad que seguía Dalí fervientemente. Es decir, un rechazo hacia el recuero como influencia sólida y determinista del pensamiento. Salvador en alguna ocasión afirmó que estos medidores disueltos en un paisaje desarticulado fueron inspirados en un queso camembert fundiéndose bajo el sol.
A partir de dicha mirada con enfoque preciso hacia la duración de la vida es que hoy podemos apreciar de manera distinta, más pausada y estudiada, lo que este genio surrealista logró en 1948 junto a Philippe Halsman. En términos fotográficos toda una hazaña; en código vanguardista la materialización de una idea obsesiva y puntual en torno a lo fantástico, imposible, inconsciente y exento del tiempo. Y más que libre de éste, cazador de su osmosis.
En ese místico año, Halsman fue un fotógrafo que revolucionó el mundo de la imagen con una teoría llamada brincología (jumpology), la cual consistía en que un modelo debía brincar frente a la cámara para demostrar su verdadera personalidad. Fuera de ese discurso o propuesta exótica, el “Dalí atómico” fue la captura más famosa y de mayor enigma en toda su producción. Una fotografía que requirió de 28 repeticiones y más de seis horas para conseguir la composición perfecta.
La idea que circundó a toda la producción fue crear magia que no dependiera del retoque, sino más bien del trabajo en equipo, el tiempo y la iluminación; mediante el uso técnicas de alta velocidad y larga exposición para crear algo visual y técnicamente interesante, se logró una visión única del movimiento y el tiempo congelado. Halsman y Dalí capturaron una habitación que parecía estar casi desprovista de gravedad mediante ilusiones, coordinación y mucha paciencia. Siguiendo los pasos de este máximo dúo creativo, ¿cómo lograr una toma con tanta emoción y exactitud ahora? Componer en el movimiento mismo, es decir, buscar la imagen en la imagen por sí sola. Los elementos en movimiento dentro del encuadre deben de entrar en la fotografía, dejando mayor espacio por delante del objeto que por detrás.
-Bajar la velocidad de tu obturadorBajando la velocidad de disparo permite que el sensor capte el movimiento del sujeto. Cuanto mayor sea el tiempo de exposición, mayor será el movimiento plasmado en la misma.
-Maneja correctamente la luzCuanto más baja sea la velocidad de obturación, mayor cantidad de luz captará el sensor, por lo que corres el riesgo de sobreexponer la toma. Por lo mismo, medir esas velocidades y la fuerza de la iluminación sostendrá el resultado de tu toma.
-ISOAunado al punto anterior y en algunas tomas con exactitud, debes seleccionar siempre el valor mínimo. Si por las condiciones de luz de la escena y los valores de tiempo de exposición y apertura seleccionado, necesitas más luz para una exposición correcta, debes elevar el valor de sensibilidad ISO de tu sensor.
-Controlar la estabilidadCon una cámara lo suficientemente estable, midiendo los movimientos de nuestro sujeto u objeto de interés, el resultado escapará de un barrido o sobrexposición torpe. Nunca está mal acudir a un trípode o un disparador remoto.
-Combinar flash y exposición prolongadaMediante esta dupla se obtienen fotografías con muchos elementos en movimiento y otros estáticos, congelados gracias al flash.
-Anticipar el encuadreEn la medida que puedas predecir por dónde será el recorrido por el que pasará el sujeto u objeto, por supuesto, mejor podrás encuadrar la fotografía y obtendrás mejores resultados.
-Seleccionar modo AF-CAsí, tu cámara y objetivo te ayudarán a conseguir un sujeto mucho más nítido y bien enfocado que de costumbre. Una vez que se detectan los sujetos en movimiento, el objetivo se encarga de mantenerlo en foco a lo largo de toda su trayectoria.
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Lo que realmente hizo especial al “Dalí atómico” fue el agua suspendida en el aire. Definitivamente. Su grandeza se sostiene en el aire ya que muestra formas y expresiones vivas que pueden ser invisibles para el ojo humano en compañía del detalle inteligible. Afortunadamente, este tipo de obras en flujo se pueden obtener mediante la tecnología y una herramienta que nunca pasará de moda, la paciencia. Para continuar con el tema, descubre Cosas que no sabías de “La persistencia de la memoria” y 5 pinturas que demuestran que Dalí era un maestro de la ilusión óptica.