¿Qué haces cuando un desconocido quiere retratarte con su cámara? La mayoría sonríen, hacen algún gesto gracioso u ocultan su rostro por vergüenza o miedo a que los fotografíen. ¿Qué harías si ese desconocido te apunta con su cámara, a la vez que un policía lo hace con su arma?
Durante siete años, Donald Weber (VII Photo) buscó ganarse la confianza y amistad no de las personas que deseaba fotografiar, sino de aquellos que le darían acceso a éstas. A lo largo de ese periodo entabló relaciones con oficiales de la policía rusa y ucraniana quienes estuvieran a cargo de los interrogatorios a sospechosos. Estas relaciones fueron la llave que le permitió echar un vistazo dentro de aquellos cuartos donde una persona, al cruzar en ellos, es brutalmente deshumanizada.
Los retratos que Weber obtuvo a través de su infiltración muestran la vulnerabilidad de los sospechosos que, ciertamente, hacen difíciles de ver y entender las imágenes. Humillación, preocupación, miedo, desesperación y tristeza son las emociones reflejadas en los ojos de los procesados, quienes al cruzar la puerta de la sala de interrogatorios, quedan a merced de los oficiales; mismos que, según narra el fotógrafo, son figuras respetadas y destacadas dentro de su departamento. A los ojos de la autoridad estas prácticas son de lo más normal cuando se trata de lidiar con los sospechosos.
Rusia y Ucrania poseen un porcentaje cercano al 90 por ciento de declaraciones culpables en los procesos penales. Muchas de las cuales se obtienen a través de cruentos y forzados interrogatorios con el fin de agilizar la situación. Sólo los criminales con más experiencia o quienes cuentan con una educación superior son capaces de hacer frente a la maquinaria judicial.
Las fotografías de los inculpados no sólo buscan dar fe de las atrocidades físicas y psicológicas por las que pasan, sino, también, darle un rostro a la problemática que muchos ignoran o desconocen; la que aquellos que deberían aplicar la ley de manera imparcial, la han torcido desmedidamente. A través del rostro de la víctima se logra ver y conocer una parte del victimario.
Los inculpados, a través de sus retratos, no sólo dan fe de su situación, también de toda una problemática social y jurídica que va más allá de un cuarto de interrogatorios. A su vez, las imágenes funcionan como un doble retrato de las piezas del sistema que lleva a cabo el trabajo sucio: se retrata al victimario a través del sufrimiento que éste ejerce sobre su víctima.