Te desnudas igual que si estuvieras sola
y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!
Jaime Sabines
¿Cuánto es suficiente para dos amantes que viven una locura inentendible para los que están a su alrededor? ¿Qué importa el físico cuando amas a alguien profundamente? ¿Para qué sirve la moral sino para pasar el amor triunfante por encima de ella, para dejarla en ridículo como una mera convención social, para mostrar sin tapujos que las buenas conciencias nunca han tenido razón y denunciar que el amor es una cosa mal vista en una actualidad decadente, que prefiere exhibir todo lo vil, lo vano sobre lo que se sustenta?
¿Cómo se explica al amor a través de dos roles absurdos como el del caballero y la dama? ¿Qué pensarán los niños y las niñas que crecen viendo películas donde les muestran que no deben esperar menos que una relación perfecta, con el cuerpo perfecto y una serie de valores que no sirven más que para mantener las apariencias, para seguir un estilo de vida que resulta ser el único “válido” mientras intentan justificar el pestañeo en que transcurre la existencia?
El amor es un acto revolucionario porque rompe con cada uno de los esquemas que encierran a la sociedad en su propio juego hasta la náusea. En realidad no hay razón para amar. No existe una función ni un argumento teleológico para dejarse llevar por un sentimiento que empuja con la voluntad y cuando no cabe en el pecho, no sabe de qué otra forma salir más que entregándose al embriagante sabor de unos labios tibios, de unos brazos cálidos que hacen querer nunca alejarse de ellos. No es una acción premeditada, ni siquiera algo que se plantea como una posibilidad que se podría cristalizar en un futuro. En la mayoría de las ocasiones, el amor llega e irrumpe con la fuerza que las olas rompen en un puerto.
Antes que una expresión artística, la obra fotográfica de AdeY es una declaración de vitalidad: de amor libre, del desenfreno y la rebeldía que todos llevan dentro y muy pocos saben externar, esa que supone el motor de cada una de las acciones humanas alejadas del horror de la rutina, de los controles y las formas establecidas. En realidad no existe una justificación para vivir ni para enamorarse. El sentido utilitario del sistema actual permea cada uno de los aspectos de la vida, reproduciéndose hasta el absurdo con la inexorable pregunta “¿para qué?”. ¿Para qué te enamoras o te interesas por el arte? ¿Para qué pasas tiempo pensando, escribiendo, imaginando estar con esa persona? Eso no importa.
El trabajo capta la naturaleza humana en todo su esplendor. La desnudez que ha sido vetada de Occidente por el avance de la moral cristiana, la vitalidad reflejada en los cuerpos, en cada poro, cada vello y cada uno de los rasgos distintivos que identifican a la persona amada de todas las demás, que contienen y resguardan físicamente lo que esa persona es en el fondo.
Si te gusta la fotografía erótica, descubre el trabajo de Krill Chernyavsky con las mujeres de Rusia y quítate el estereotipo en 30 fotografías que capturan el erotismo y la frialdad de las mujeres rusas. De otro modo, si te gustan las fotografías históricas, no te pierdas la serie de Manuel Ramos sobre la Ciudad de México en los albores del siglo XX a través de las fotografías de un México que tuvo que morir para que pudiéramos vivir.
*
Fuente:
AdeY Instagram