“Los vagones eran doce, y nosotros seiscientos cincuenta; en mi vagón éramos sólo cuarenta y cinco pero era un vagón pequeño. Aquí estaba, ante nuestros ojos, bajo nuestros pies, uno de los famosos trenes de guerra alemanes, los que no vuelven, aquéllos de los cuales, temblando y siempre incrédulos, habíamos oído hablar con tanta frecuencia. Exactamente así, punto por punto: vagones de mercancías, cerrados desde el exterior, y dentro hombres, mujeres, niños, comprimidos sin piedad, como mercancías en docenas, en un viaje hacia la nada, en un viaje hacia allá abajo, hacia el fondo. Esta vez, dentro íbamos nosotros (…) Entre las cuarenta y cinco personas de mi vagón tan sólo cuatro han vuelto a ver su hogar; y fue por mucho el vagón más afortunado”.
Primo Levi en Si esto es un hombre
El Holocausto es una herida sensible en la historia de la humanidad, no por haber sido perpetrado en su mayor parte contra la población judía, sino porque representa el fondo del pozo de la atrocidad humana. Se trató pues, de una maquinaria perfecta ideada para matar en masa y evitar la presión psicológica que la muerte supone en el perpetrador, un hecho que ocurría en las muertes por ejecución en territorio ruso, por ejemplo. Con una clara complicidad de la sociedad europea, los nazis lograron imponer la muerte sistemática para las minorías étnicas, raciales y sexuales que pronto eran abandonadas a su suerte, sin importar que familias enteras fueran arrastradas hacia un destino común. Por ejemplo, tan sólo 200,000 presos sobrevivieron al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau donde otros 1.1 millón de personas encontraron la muerte. Muchos de ellos intentaron seguir con su vida en Europa, otros más viajaron hacia Israel con mente fija en la tierra prometida pero ninguno pudo olvidar lo que perdió y encontró en los campos de exterminio.
En el marco del 70º aniversario de la liberación de Auschwitz, múltiples fotógrafos de Reuters se dieron a la tarea de localizar, entrevistar y fotografiar a los sobrevivientes de quizás el campo de concentración más “famoso”. Con edades que oscilan entre los 80 y los 100 años, los hombres y mujeres que superaron la más temible maquinaria de exterminio nazi se abren ante la lente de los fotógrafos.
Algunos de ellos posan con memorias de una lejana juventud, antes de que la muerte inundara su cotidianidad en los campos de concentración. Se miran a sí mismos en viejos retratos cargados de esperanza e ingenuidad, como de quien ama la vida hasta que le presentan a la muerte y duda de su amor. Sostienen fotografías familiares que evocan silencios y vacíos en sus vidas con tan sólo el recuerdo de la última vez que vieron a su padre, madre o hermano a punto de entrar a las cámaras de gas. Algunos afrontan su realidad de superviviente con orgullo, como muestra inequívoca de la victoria de su voluntad ante la violencia sistemática de un régimen que atentó contra ellos. Otros más callan al recordar Auschwitz, llenos de vergüenza y dolor por haber sobrevivido a un destino que sus familiares afrontaron con honor.
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Fuente: Reuters
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