¿Qué es lo primero que ves antes de comprar un disco? Probablemente hoy, con todos los adelantos digitales y los eventos de lanzamiento, mucha gente diga que sólo vale la pena comprar música en un formato físico para tenerl una especie de souvenir u objeto de colección, más que una manera de llevar y escuchar las nuevas propuestas. Sin embargo, hace unos veinte años, las grandes casas productoras estaban realmente preocupadas por cómo iban a vender a sus artistas más allá de las presentaciones en vivo.
Mucho antes de MTV abriera la opción de los videos musicales en 1992, las portadas de los discos eran el gancho que hacía a los escuchas llevarse a casa alguno de los discos que veía en las tiendas de música. Si bien algunos sellos simplemente se conformaron con poner en sus portadas el rostro de los cantantes, con el boom del arte moderno, en el especial el arte pop, cada vez más músicos se preocuparon por dar a su público algo más que una portada insípida; querían que en sus repisas hubiese una ilustración o fotografía que, el tiempo mediante, se volvería una obra de arte.
Cómo olvidar la portada del London Calling de The Clash, en donde Paul Simonon aparece destruyendo su guitarra, gesto que después de se convertiría en un statement del rock en general o el Sticky Fingers de 1971 ─que fue incluido en 2003 dentro de la lista de los 500 mejores álbumes de la revista Rolling Stone, ocupando el lugar número 63─ en donde The Rolling Stones contaron con la colaboración de Andy Warhol para crear una de sus portadas más sensuales y emblemáticas. La única incógnita aquí, es de quién es la sensual entrepierna que aparece en la portada.
No es un secreto que, al igual que cualquier artistas que se respete, Andy Warhol tuvo todo un grupo de ‘musas’ que lo llevaron a crear sus obras más representativas; para este trabajo en especial, el padre del arte pop llamó a su modelo habitual, Joe Dallesandro, un hombre dotado de una singular belleza que provocó en Warhol el deseo de tenerlo a su lado cada momento por si alguna fotografía buena resultaba de ello.
Después de escapar de la cárcel para menores, a la cual ingresó a la edad de dieciséis años, Dallesandro decidió lanzarse como modelo de desnudos y posteriormente actor, decisión que según la crítica cambió para siempre el papel masculino en la pantalla grande. Si bien nunca lo vimos en producciones cuyo nombre ocupara las marquesinas de los grandes cines, Dallesandro se convirtió en un símbolo sexual para la cultura subterránea de los años sesenta y setenta, gracias a su postura siempre sincera y sin tapujos hacia la bisexualidad. Entre otras personalidad es del underground que vieron en él un punto de inspiración, tenemos a Lou Reed quien lo menciona en “Walk on the Wild Side”, debido a esto, el modelo tiene un tatuaje en el brazo derecho que dice “Little Joe”.
A pesar de que muchas personas alegan ser “esa entrepierna”, lo cierto que es que la única persona capaz de ostentar esa sensualidad tan rockstar y underground fue Joe Dallesandro y hasta que no se demuestre lo contrario, este ícono de la belleza subterránea seguirá siendo nuestro “chico sticky fingers”.