… Y de repente te encuentras con una estatua de San Judas Tadeo tamaño natural que cruza el paso de una calle que luce tan picada como las mejillas de quien carga al santo. En efecto, acabas de llegar a una de las colonias más famosas de la Ciudad de México: la Guerrero. Las calles que conforman este lugar situado en la parte oeste de la capital mexicana nos hablan, más que de historia, de un grupo de personas que en ocasiones se juegan la vida para poder sobresalir en medio de los vestigios de lo que fue una de las primeras colonias del desaparecido Distrito Federal.
De modo que al centrarnos en el carácter de su gente, podríamos hablar de una cuestión de determinismo si consideramos el nombre de esta colonia. En efecto, todos ellos salen a diario poniéndose en el papel de guerreros que salen diariamente a las calles a enfrentarse con el bullicio de la ciudad, mismo que contrasta con el aún tradicional aspecto de algunas construcciones que flanquean las avenidas.
Lugares como Casa Paquita —restaurante de la cantante Paquita la del Barrio— nos hablan de la personalidad de quienes viven en la sencillez de la Guerrero. Un sitio que al igual que Tepito, no se dobla ante los prejuicios, sino que se apropia de ellos y se engalana con ellos para forjar una identidad propia dentro de una gran urbe que amenaza con mancharlo todo de gris.
Si bien la colonia, aunada a su marginalidad, tuvo un auge tremendo en materia de pulquerías, también le abrió paso a otro tipo de entretenimiento, por decirlo de alguna manera, más sano. A principios del siglo XX la Guerrero fue testigo de la apertura del teatro Rosa Fuertes, cuyo objetivo de entretener contrastaba con el propósito de los lugares en los que vendían la ancestral bebida.
Entre los sitios que le dan color a las calles, sin duda alguna está el templo de San Hipólito done los días 28 de cada mes, cientos de personas se reúnen en el que es el principal centro de adoración a San Judas Tadeo, santo de las causas difíciles o desesperadas. Gracias a este festejo lo que el resto del mes es una calle pintada en tonos pasteles, se pinta de verde, blanco y dorado como señal de devoción hacia un santo que, al igual que sus fieles, han sido abrazados por la etiqueta de la marginalidad.
Si quisiéramos encontrar un punto en el que esa marginalidad sirva como testimonio de la historia de la colonia, tendríamos que alejarnos un poco de San Hipólito y ubicarnos en la esquina formada por las calles Pedro Moreno y Zaragoza para conocer lo que, gracias a un fallo en el mantenimiento vial durante años fue conocido como el “cruce inundado”. De hecho, para conocer el verdadero pasado de esta colonia podríamos remitirnos al archivo de personajes como Jermán Argueta, cronista y urbanista de la Ciudad de México, quien a través de fotografías y documentos oficiales ha armado una verdadera historiografía de esta y varias colonias de la gran urbe.
Quizá hasta este punto aún no ha quedado clara la importancia de rescatar una colonia como ésta; sin embargo, en las costumbres y el color que gobiernan las calles de estos sitios podemos encontrar las piezas clave para comprender la riqueza cultural de todo el territorio, pues es en los barrios populares donde la tradición encuentra las grietas perfectas para enterrar sus raíces más profundas.
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Fuentes
Colonia Guerrero