10 fotografías para entender la maternidad en el cuerpo de un hombre

10 fotografías para entender la maternidad en el cuerpo de un hombre

10 fotografías para entender la maternidad en el cuerpo de un hombre

Tal vez en las imágenes esperas ver hombres embarazados o criando a sus hijos en la soledad de quien acaba de perder una compañera. Sin embargo, las formas de comprender la maternidad desde nuestro propio cuerpo no necesariamente tienen que implicar un proceso parecido al de los caballitos de mar que tienen que cargar y dar a luz a sus hijos. Simplemente basta con pensar un poco y ponernos en el papel del otro: nuestras propias madres.


Para muchos, la corporalidad de los sexos se ha vuelto un verdadero problema que sólo se hace más grave conforme aparecen los roles. Ningún hombre, en ningún caso está dispuesto a asumir todo lo que implica ser mujer, ni siquiera a imaginárselo; pues la “educación” que nos aplasta desde hace siglos nos ha hecho pensar que se trata de algo completamente inaceptable, pues «un hombre se debe comportar como tal y nunca de otra manera». Sin embargo, para esta manera de ser empáticos no se necesita convertirnos en mujeres o algo por estilo, sino simplemente recordar que algún día fuimos sus huéspedes.


De acuerdo con la Academia de la Lengua Española, un huésped es alguien que se hospeda o alberga en algún lugar temporal o permanentemente, justo como alguna vez nosotros lo hicimos en el vientre de nuestras madres y de la misma manera que ahora ellas viven en nuestra memoria y ocupan un sitio especial en nuestros sentimientos; de modo que no sólo nos une un lazo de sangre y fraternidad, sino que hay una relación recíproca de huésped y anfitrión muy difícil de romper.


Nos asumimos siempre como un trozo de nuestra madre; una parte de ella que fue extirpada para darnos vida y aun con ese sentimiento, somos obligados a asumirnos como figuras completamente alejadas de su sentir y de una sensibilidad que de hecho nos dio origen. Es posible que comprenderlo de esta manera y en sólo unos instantes sea demasiado complicado, no obstante, gracias a las fotografías que conforman la serie Huésped, de Antonio Lozano, podemos darnos una idea de esa relación que con el tiempo se rompe, aunque es el tiempo mismo el que la repara.


Aunque parezca un poco freudiano, un hombre nunca puede separarse del vientre que lo albergó durante nueve meses y que, aun pasado ese tiempo, le sirvió como refugio y zona de confort para los años siguientes. Esta dependencia emocional hacia nuestra madre nos convierte en sus inquilinos eternos. Somos una especie de parásito extraño que no se desecha nunca, sino que se extraña y se cuida como si con su partida se desvaneciera parte de la vida de esa mujer que tiernamente lo llama hijo.


Gracias a las fotografías de Lozano la maternidad se vuelve un asunto de dos en el que lo engendrado se comparte al tratarse de un profundo vínculo sentimental en el que uno vive dentro del otro y viceversa. Es decir, que ambos son huéspedes en diferentes momentos de su vida, de modo que cuando uno decida cortar ese vínculo que los une, ambos quedarán huérfanos hasta que vuelvan a encontrarse para seguir compartiendo ese vínculo que ni siquiera la muerte puede romper.

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