Cuando un hombre pierde su masculinidad ¿es acaso el momento en que llora por primera vez? ¿El día en que se masturbó con su mejor amigo? ¿Cuando no soportó la ruptura con quien pensó sería “la mujer de su vida”? ¿Es aquella noche en que desea, inhóspitamente, que le penetren durante una relación sexual? ¿Esa fiesta a la que asistió con una camisa rosa?
Se nos han asignado –por décadas y centurias– expectativas, valores o normas de acuerdo al sexo al que pertenecemos; muy foucaultianamente, nos han hecho creer que los genitales guardados entre nuestras piernas son determinantes en nuestro actuar. Aprendemos la forma en que debemos comportarnos, pensar y sentir, según nuestra condición de hombres o mujeres; en el caso del sexo masculino, las leyes y delimitantes se configuran a partir de la negación ante lo femenino. Es decir, estas normas están directamente ligadas a la masculinidad, la cual se define como el conjunto de atributos, valores y conductas que son características de ser hombre en una sociedad. Pero, ¿qué sucede cuando ella se rompe frente al género con que se nació?
Para entender mejor este quiebre, nada como el trabajo de Brian Oldham, fotógrafo autodidacta que creció en una zona suburbana de Orange, Estados Unidos, y desarrolló una imaginación simpar para la fotografía surrealista que después le caracterizaría. Su poderosa imaginación y su talento para capturar visiones que nadie más podría ver, le han hecho construir en los últimos años una perspectiva mucho más salvaje y disidente, no sólo en términos de realidad fantástica, sino de realidad posible. Entendiendo esta última como un campo virgen para el hombre contemporáneo, claro.
Su producción compartida en Instagram juega con la silueta viril, el atavío masculino, la transversalidad del género y la performática del hombre. Todo para inaugurar un cuerpo sin estándares o que incluso se burla de estos mismos; para destruir imaginarios y crear otros en torno a la anatomía o psique de los géneros.
Las condiciones en las que cada hombre vive son diferentes, le dan matices diversos a las características de la masculinidad y dan paso a distintas concepciones del ser hombre. Es evidente que tener pene y actuar conforme a sus reglas no es igual en América Latina comparado con el sur de Estados Unidos o con el norte del mismo país; incluso de barrio a barrio hay peculiaridades y políticas desiguales. Sin embargo, Oldham arroja buena luz para una ruptura global capaz de hacernos reflexionar borderless al respecto de ese problema.
De acuerdo con diferentes autores, existen conductas generalizadas en el ser-hombre, pero cada individuo adquiere sus propias conductas, deseos y patrones de acción; razón por la cual no se puede hablar de masculinidad, sino de masculinidades. Es imposible en el hecho conceptualizar un solo hombre y omitir la multiplicidad de estos sujetos, a pesar de que el discurso insista en lo contrario.
La fotografía de Brian Oldham rompe con el modelo tradicional y prácticamente internacionalizado del hombre que no habla acerca de sus sentimientos, que no juguetea con la externalización de ellos en “tono femenino” y que no se conjuga con otros congéneres para la indagación de los mismos.
Tanto el autorretrato en ropa interior, como el pink portrait que realiza el autor, en buena medida y considerando las conexiones que genera entre varios personajes o su uso de ropa disidente para el género, combaten directamente al mito del hombre siempre alerta y competente, jamás en descontrol o en ángulos distraídos.
La constante y para nada sutil conexión con la naturaleza en los hombres de Oldham es, desde otra arista, una contrarrespuesta a esa construcción varonil que marca a los individuos como objetos inanimados que nunca demuestran vulnerabilidad o frágil figura.
Por último, el joven con rostro o sin él, que experimenta con otros hombres para llegar al placer, el que es evidente que se sometió a un cambio de sexo y que se construye con viejas partes de escultura griega para proponer nuevas formas, es otra forma de abordar ese atrevimiento que tanto se le insiste y exige al varón contemporáneo. Otra vía de asimilación para el riesgo y precipicio que se demanda a lo masculino.
Si las fotografías de Brian Oldham proponen una pérdida de masculinidad, bienvenidas sean entonces. Si la sensual hombría que el artista plantea parece ofensiva, celebrada debería ser también. Su producción visual en tanto aceptación de fragilidad, expresión disidente de emociones, petición de ayuda, método no violento de actuar o marcar presencia, y desdibujamiento del género binario, es la imagen que más nos urge como civilización que pretende la humanidad.
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Conoce el trabajo completo de Oldham visitando su Instagram oficial.
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