«La taquería es una ventana a la belleza masculina, sin olvidar que la belleza está en los ojos de quien la mira».
De maciza, de muslo, de pechuga, de criadillas y de ojo. Múltiples “tacos” son retratados por la lente de Carlos Cabrera, creador de La taquería un proyecto fotográfico que busca develar la identidad erótica de los hombres mexicanos.
Comenzó como un proyecto para Tumblr, cuenta el creador; al comienzo, los modelos eran amigos o personas cercanas. Conforme el sitio comenzó a tener auge, más varones se acercaban a Cabrera mediante las redes sociales para pedirle una sesión.
En blanco y negro, el también comunicador visual, buscaba eternizar cada pliegue, cada vello y cada músculo de estos jóvenes que, primero temerosos y luego temerarios, comenzaban a desnudarse frente a la cámara.
No se trata de imágenes sexualizadas de manera grotesca. Las formas insinúan una virilidad explosiva a punto de ebullición. En la serie, sin embargo, hay algunas instantáneas que suben de tono; se exponen sin ningún tipo de pudor, muestran los rincones más privados y personales: esos que sólo los amantes pueden ver.
Entonces, de a poco, los contempladores se convierten en eso: amantes secretos que observan tras el móvil o una computadora personal. Son los testigos íntimos de la desnudez varonil que se expresa en todo su calor pasional.
Entre la perturbación y el asombro, el espectador se encuentra con una grata sorpresa: no son cuerpos de revistas, no son músculos precisamente trabajados, no son el estereotipo de un hombre europeo que coquetamente posa frente al obturador. Son hombres reales, con los que cualquiera puede identificarse.
La taquería, revela Cabrera, nació por una necesidad de mostrar la diferencia entre distintas masculinidades. En sus rasgos, gestos y pieles encontramos pluralidad, un gran abanico de posibilidades de expresión de su género.
Al comienzo, los más fieles seguidores de estas fotografías eran hombres. Se trataba de una forma estética de manifestar la dimensión erótica de la homosexualidad. Sin embargo, cada vez son más mujeres las asiduas visitantes al rito del fotógrafo, pues encuentran cuerpos de varones atractivos, sin que sean los típicos músculos, rostros y poses exageradas.
Así, es posible explicar el propio concepto del fotógrafo con los resultados: la seducción que ejerce la cámara sobre estos cuerpos es evidente. Las pieles agrietadas, con cicatrices, estrías, moretones, adquieren una belleza inusual gracias al juego de luces y sombras. Sus fotografías llaman, seducen, emocionan. El ojo se vuelve cómplice silencioso del momento; sólo observa mientras ellos permanecen estáticos para siempre.
Padre, hermano, hijo, amigo, novio, amante; todos ellos representan una hombría poco expuesta en la vida cotidiana. Pasa casi imperceptible, como si por momentos se olvidara que existe. Estos son hombres que deambulan a diario en el transporte público, en las calles, en las universidades, en los súper mercados. Son, al final del día, sólo una muestra de la sensualidad de millones de hombres que en la intimidad la ejercen a diario.
Conoce más del trabajo de Carlos Cabrera desde su Instagram y Facebook.
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