Aunque el objetivo de las compañías dedicadas al placer de los hombres solitarios ha sido desviado hacia una serie de fetiches y escenas sin sentido, todavía hay quienes agradecen profundamente que exista algo como la pornografía. Este tipo de producciones que otrora sólo disfrutaban los varones de todo el mundo, hoy cuenta con tantas vertientes que incluso las mujeres pueden presumir de tener sitios favoritos donde ver buen porno. Sin embargo, conforme la industria del porno crece, también lo hacen las fijaciones de sus consumidores.
Ya no basta con poner en una pantalla una serie de escenas explícitas que pueden, o no, tener cierta coherencia. Ahora también es necesario que éstas cumplan ciertas características para que su espectador, sea del género que sea, pueda excitarse realmente en cuanto las ve.
Si bien esto no suena a un trabajo tan laborioso, la exigencia de los clientes ha hecho que el negocio del sexo no se conforme con los materiales impresos y audiovisuales; lo que implica un avance hacia lo que podríamos llamar otros horizontes.
A finales de la década de los ochenta, el uso de juguetes sexuales y consoladores se hizo tan popular que incluso quienes ya habían perdido la fe en el amor y el sexo tenían una posibilidad de abandonar —al menos virtualmente— su soledad y volcar todos sus deseos o perversiones en estos artefactos que no sólo prometían un placer inmediato, sino que poco a poco comenzaron a enfocarse en ofrecer una experiencia sexual lo más realista posible. Fue así como el auge de las llamadas muñecas inflables comenzó.
Estos globos con labios gruesos y abiertos se convirtieron rápidamente en un símbolo para miles de personas solitarias alrededor del mundo y de nuevo, esto no abarca sólo a los hombres. Sin embargo, como ha ocurrido con casi todo lo relacionado al sexo, siempre es necesario tener algo mucho más real; por lo que al sur de China, algunas fábricas han dejado de manufacturar muñecas para dedicarse a la producción de androides sexuales.
Tal y como si fuera un capítulo de Rick & Morty, estos “juguetes” sexuales se están convirtiendo en algo cada vez más humano que no sólo amenaza la reproducción entre las personas sino también (según aseguran sus creadores y fabricantes) podrían volver obsoleta la comunicación humana; pues ahora los clientes requieren que estas piezas tengan la capacidad de platicar con ellos y hacerlos sentir bien en niveles que vayan mucho más allá de lo físicamente dicho.
¿Será que estos robots llegarán a sustituir toda interacción humana en el futuro? Probablemente no; sin embargo, no podemos pasar por alto el hecho de que sus propios creadores advierten un cambio en las relaciones sociales de sus compradores. Esto indica que esperan que sus “muñecas” ofrezcan algo más que la textura de la piel o una charla sencilla; lo cual, a partir de lo que presentan estas fotografías, no está tan lejos de ocurrir.