Metro
Entrar al vagón como quien entra
a una parte más de su cocina.
Buscar lugar como quien busca
las llaves o el cepillo.
Sentarse y contar las estaciones,
mirar a los extremos del andén, dormir un poco,
es como sentarse en algún lugar de nuestra casa.
Por eso cuando alguien baja de una estación cualquiera,
empuja; por eso grita.
A nadie le gusta abandonar su casa.
Yo, que soy un poco más amable,
procuro hacerle un lugar al invitado, convidarle
un poco de lo que voy leyendo.
Yo, que suelo ser cortés con mis visitas,
procuro sonreír y, si es posible,
entablar conversación para que no se aburran.
No entiendo aún muy bien
por qué al mirarme
la gente se siente sorprendida, por qué rehúyen a la charla
o se niegan a la taza de café que les ofrezco,
supongo, me sienten un intruso más
de su vivienda.
—Dalí Corona
El enorme gusano naranja no sólo es la columna vertebral del transporte citadino, sino que, querámoslo o no, forma parte esencial de lo que somos. En una especie de simbiosis, este tren subterráneo nos conforma y nosotros, lo conformamos a él. Lo hayas usado una vez o estés horas a diario, sabes que millones de historias se han entretejido en sus íntimos túneles.
El “espacio vital” es algo que simplemente no tiene cabida ni lógica. Todas las leyes físicas son inaplicables cuando de permanecer dos cuerpos en un mismo espacio se trata; siempre cabe “uno más” y luego, “uno más”. Millones de miradas revolotean a lo largo del día entre los andenes, pisadas apresuradas danzan con otras pisadas que van delante suyo y detrás. No hay tiempo ni espacio que pueda desperdiciarse en este mundo subterráneo.
Sólo imagina… ¿Cuántas personas se han reencontrado en cada transborde? ¿Cuántas se han arrojado a sus vías para terminar con sus vidas?¿Cuántos pensamientos han dado lugar en el infinito mundo que funciona diariamente bajo nuestros pies? ¿A cuántos destinos ha transportado?¿Cuántas citas se han acordado “debajo del reloj”? ¿Cuántos rompimientos amorosos no se han dado entre sus vagones? ¿Cuántas terribles noticias no se han dado de estación a estación? ¿Cuántas páginas de libros no se han leído de una línea a otra?
El metro es un símbolo de identidad capitalina. Mucho más allá de su poderosa estructura y las cuestiones técnicas que lo conforman, algunas personas pasan varias horas al día en él. Es inevitable adoptarlo como un lugar no sólo de tránsito, sino de vida.
Los simbolismos identitarios de lo mexicano, específicamente, de lo “chilango”, se encuentran condensadas entre este universo. Por más contradictorios, mágicos o surrealistas que éstos puedan ser.
Todas estas fotografía pertenecen a Francisco Mata Rosas, quien es uno de los exponentes más reconocidos de la fotografía contemporánea nacional. Es egresado de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, también obtuvo su Maestría en Artes Visuales en la UNAM.
Además, ha trabajado como fotoperiodista para el diario La Jornada. Desde su sitio oficial, recuerda que ha sido merecedor a distintos premios, entre los que se encuentran; la Adquisición en la Bienal de Fotografía Mexicana, 1988. Premio de Honor en el Concurso del Bicentenario de la Revolución Francesa, México-Francia, 1989. Beca de Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1989. Third Mother Jones Fund for Documentary Photography USA,1993. Premio de Fomento y Coinversión del Fondo Naciónal para la Cultura y las Artes, 1994 y 1999. Residencia Artística en el Museo de Bellas Artes de Orleáns, Francia, en el marco del 5º Recontres Photographiques d´Orleáns, Une Saison Mexicaine. Octubre-Noviembre, 2004. Honor of Distinction in Photojournalism, Black an White Spider Awards.
Como ves, el trabajo de Mata es mundialmente conocido y con sus fotografías queda demostrada la especial sensibilidad que tiene como fotógrafo. Uno de sus trabajos más elogiados fue “Tepito, ¡Bravo, el barrio!” donde retrató este icónico lugar de la Ciudad de México.
Conoce toda su obra aquí y síguelo por Twitter para no perderle la pista.
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Referencias
Resistencia Modulada