Al ver esta fotografía con detenimiento es fácil pensar que tuvo lugar en un tiempo y espacio postapocalíptico del que sentimos vergüenza y hoy afirmamos con orgullo haber enterrado en el pasado.
No es así.
Esta foto es el reflejo de un escenario actual. Se trata de una serie fotográfica que data del año 2002. En efecto, resulta impactante el hecho de que aún en este siglo, haya crueldad y malos tratos hacia la humanidad. Sin embargo así sucede en Kosovo y Serbia, lugares en los que los enfermos mentales viven en congregaciones dentro de los hospitales psiquiátricos, mismos que operan bajo leyes arcaicas y cimentadas en viejas y grotescas prácticas que resultan peligrosas para los pacientes.
George Georgiou, un fotógrafo especializado en retratar a los enfermos de hospitales psiquiátricos se preguntó cómo sería la vida dentro de un hospital de índole mental en un país como Serbia. En especial luego de la guerra de Bosnia que dejó heridos y un país en crisis, así que emprendió un viaje esperando hallar personas interesadas en la fotografía, a quienes pudiera dar clases del arte de capturar momentos en un sólo instantel tal y como lo había hecho con anterioridad en Reino Unido; sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que no sólo le costaría más trabajo, sino que en verdad se encontraban en condiciones deplorables.
Estos sitios reclutaban niños y adultos, pero resulta sorprendente la cantidad de menores que habitaban dichos lugares. La mayoría no pasaba los 15 años y algunos de ellos no padecían nada que los obligara a permanecer encerrados en un hospital piquiátrico. Es decir, algunos tenían más bien padecimientos físicos como la falta de extremidades o síndrome de down, pero nada realmente grave.
«Cuando las visité por primera vez, estas instituciones estaban ocultas de la mirada del público en general, nadie las conocía hasta que saleiron mis fotografías»
—George Georgiou
El conflicto con la OTAN provocó un auge en estas instituciones después de que decenas de niños quedaran sin padres y la mayoría quedara sin cábida en los orfanatos. No obstante, la población sobrepasaba los límites y los cuidadores y encargados del lugar no podían con tanto trabajo que, además, resultaba diferente a las labores diarias.
Aún con ello, muchos pequeños fueron diagnosticados con trastornos mentales, mismos que los obligaron a permanecer en estos sitios sin tener otra opción para vivir, por lo que no era extraño el hecho de que ellos sufrieran más. Además de las condiciones lamentables, los maltrataban, tanto que llegaron a traumatizarlos y lejos de ayudarles a superar su padecimiento, ahondaron en sus problemas mentales.
Para Georgiou esto parecía más una película de terror que un hogar, por lo que decidió capturar estos momentos en blanco y negro para hacerlo más tétrico; no con el fin de hacer de las enfermedades y padecimientos de los niños un panfleto sensacionalista, sino con la intención de alertar al mundo y las distintas organizaciones no gubernamentales para actuar al respecto.
«Lo peor fue la falta total de atención y estimulación y el elevado número de personas que nunca deberían haber estado en estos lugares. Personas con discapacidades físicas, personas con síndrome de down, una alta proporción de gitanos o niños cuya desgracia fue haber nacido en estas instituciones. Al vivir en este entorno de privaciones, con poca estimulación, empiezan a mostrar un comportamiento de balanceo repetitivo y se auto lesionan».
—George Georgiou
De este modo, el fotógrafo decidió llevar sus capturas a los medios locales para que se dieran cuenta de los peligros que corrían estos pequeños. Entre fotos e historias, no hubo manera de que las autoridades ignoraran los hechos, así que en 2002, una campaña patrocinada por el gobierno serbio y respaldada de una serie de ONG’s afiliadas al mismo y algunos voluntarios ayudó a mejorar las condiciones de los enfermos.
Desde su labor de fotógrafo, George Georgiou contribuyó a realizar un cambio significativo en las condiciones de estos niños bosnios, poniendo en el ojo del mundo la desgracia e infortunio de vivir en un manicomio, ser niño y huérfano, contrastando en sus trabajo fotográfico las condiciones en que vivían con una demanda de acción para transformar tal realidad.
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