«We’re queer, we’re here. Get used to it».
(Somos raros, estamos aquí. Váyanse acostumbrando)
Con este poderoso lema desfilaba y se presentaba ante la sociedad el grupo neoyorquino Queer Nation, el cual estaba conformado por activistas en defensa de los derechos civiles de la comunidad LGBT. La triste e intolerante violencia homofóbica que se vivía a principios de la década de 1990 en Nueva York, llevó a los integrantes de esta agrupación a enfrentarse directamente ante la actitud de conservadurismo y falsa moral de una sociedad supuestamente asentada en intachables valores morales.
El espíritu gay se sostiene una y otra vez por medio de diversas manifestaciones artísticas y sociales en las que se reafirma una identidad, un espíritu combativo y una actitud de explorar una estética y pensamiento que se basan en la libertad de elección y pensamiento.
Jennifer Medina, fotógrafa venezolana, explora la rebeldía de una juventud que se rige por la libertad de elegir lo que quiere ser, lo que quiere amar y la mejor manera de llevar a cabo lo que sus instintos intelectuales y espirituales les dictan. El mundo bajo su mirada pierde toda su realidad para transformarse en una fiesta neón, un desfile de gestos llenos de sueños, cuerpos que nadan en las aguas del erotismo y el magnetismo sexual.
Las dimensiones a las que nos conduce cada imagen están regidas por un ánimo de divertirse a como dé lugar, de amar por todos los medios y de rendir culto al hedonismo. Al mismo tiempo es un mundo contradictorio en el que no sabemos qué pensamientos circulan en las mentes de los protagonistas. La obra, llena de primeros planos, nos conduce a lo profundo de una mirada, al alma de una sonrisa entre sensual y siniestra, al centro mismo de una postura en la que hombres y mujeres son estatuas de neón flotando en el espacio que se antoja eterno y atemporal.
El tiempo queda suspendido de manera activa en la obra de Jennifer Medina y logra capturar, de esa manera tan poética, la hermosura de la juventud y sus despliegues de pensamientos neón. El ambiente urbano en el que se desenvuelve su cámara se transforma por momentos en un ambiente fantástico, translúcido e indefinido: luces que se transforman en campos de rosas, cielos que se juntan con el asfalto de la ciudad, desiertos que son una extensión de lo que es sentirse vacío, aguas calmas que parecen ser las puertas a un tierno, a la vez que salvaje, frenesí sexual.
«We’re queer, we’re here. Get used to it» (Somos raros, estamos aquí. Váyanse acostumbrando), es lo que parece expresar cada imagen por la libertad con la que fue concebida y el misterio natural con el que están conformadas. Cada una de ellas es una invitación a saber qué somos, por qué estamos aquí y qué haríamos al estar sumergidos en una marea de luz neón donde las posibilidades eróticas son infinitas y fascinantes.
Jennifer Medina ha creado con su lente un dulce y rebelde poema queer iluminado por luces neón de amor, besos y rostros que sueñan con vivir una noche de absoluta fantasía. «Cada una de mis sesiones está inspirada por la espontaneidad. Me gusta trabajar con lo inesperado. Dejar de lado la preparación excesiva hace que tengas un flow casi mágico en donde la libertad toma el volante y puedes crear algo nuevo», dice la artista venezolana.
Sus modelos no son los verdaderos protagonistas de sus retratos, sino lo que reflejan en consonancia con el entorno. Las tonalidades pastel, el espectro de fantasía, los detalles minimalistas y la espontaneidad que completan su obra es producto de una vida enamorada de la estética.
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Conoce la obra completa de Jennifer Medina en su página personal y su cuenta de Instagram, donde más imágenes color neón te esperan para desplegar toda su fantasía y lujuria en tus sentidos.
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Fuentes
Morbo