París, 1963. La luz irrumpe en la habitación desde un balcón con vista a la calle contigua. La mujer está de pie, mirando a un punto en la distancia, quizás inexistente. Lo cierto es que una línea se insinúa en su rostro; evidencia de un recuerdo o una broma que escuchó mientras posaba. Silencio. En seguida un pequeño “clic” y la sensualidad francesa acaba de pasar a la memoria histórica. Esta mujer no sabrá nunca cuál es el dolor de un parto porque la mujer es hombre.
“Les Amies de Place Blanche” se convirtió desde el principio en uno de sus trabajos más reconocidos de Christer Strömholm. En él, retrató a la comunidad travestí: hombres entusiasmados por mostrar un rol de género distinto al adquirido por naturaleza, una condición que los volvió atractivos e interesantes a la lente del fotógrafo sueco.
Strömholm, también conocido como Christer Christian (1918-2002) dedicó toda su vida al retrato de los ambientes parisinos cargados de un existencialismo emotivo. Estudió en la Academia de Bellas Artes de Francia donde demostró su talento por la fotografía y, gracias a las ideas promovidas por Sartre, Camus y compañía, realizó reportajes y sesiones fotográficas influenciados por dicha corriente filosófica a lo largo del mundo.
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Sensual, sensible, íntima y atómica, “Les Amies de Place Blanche” es una serie de imágenes en las que el fotógrafo refleja su experiencia mientras vivió en esa zona de París. La amistad que llegó a forjar con sus modelos es el relato de vida de este proyecto, así como una muestra de la cotidianidad que sucede durante las noches de París, asociada siempre al romance y denominada por el mercadeo turístico como “La Ciudad de las Luces”, no siempre luminosa.
Christer Christian capturó cada una de estas escenas con su cámara Leica y gustaba de dotar sus imágenes con un ambiente iluminado de forma impecable por una luz matizada en tonalidades a blanco y negro.
El fotógrafo no titubea, no tiene tiempo. Lo mismo que un francotirador experimentado, el dedo en la cámara debe ser tan diestro como la mirada que apunta. No hay segunda oportunidades. El encuadre elige y excluye, condena y salva. El mundo es así: un retrato a la espera de ser capturado por alguien en cualquier parte del mundo, paciente, porque no cualquiera está preparado para dictar ese tipo de sentencia.
Nombrar París es referirse a los monumentos históricos como el “El arco del triunfo”, “La estación de Lyon”, “El museo de Orsay”, “Los campos Elíseos”, y no sólo “La torre Eiffel”. Es aludir al cine de Jean-Luc Godard, Georges Méliés o Francois Truffaut. Nombrar París es contemplar a sus pintores, sus calles, escuchar el bullicio de la vida bohemia. Las melodías de Édith Piaf suspendidas en el viento y el obturador atento de Christer Christian…
La sensualidad no conoce de género. Hombre o mujeres la belleza rebasa los estereotipos y aparece en el rostro de seres humanos sorprendidos por la oscuridad o el amanecer. Más allá de las prendas o los roles de género, las chicas francesas a veces no tienen grandes pechos ni unas caderas redondas como gotas de luna, pero el ojo metálico de Christian nos muestra las chicas francesas no necesitan ser chicas, pero sí sumamente femeninas.
París también ha sido el escenario ideal para el surgimiento y desarrollo de la fotografía de moda, grandes nombres de la imagen impresa así lo han afirmado; sin embargo, la sensualidad y el erotismo frente a la lente también ha reclamado su sitio.
Christer Strömholm partició en la historia; sus imágenes.