A finales de 2014, Richard Marosi y Don Bartletti de Los Angeles Times realizaron una serie de reportajes sobre las condiciones de los trabajadores del campo en México, específicamente los trabajadores rurales de las enormes granjas que exportan sus productos a los Estados Unidos.
Los periodistas siguieron de cerca la historia de Alejandrina y Fidel Castillo, de 12 y 13 años respectivamente, niños que trabajan en el campo desde que tienen uso de razón. Se dedican a la cosecha de distintos cultivos, como el chile y jitomate.
Acompañados de su madre, los menores recorren los principales estados productores en busca de empleo. No tienen un hogar: su trabajo les obliga a ser nómadas. En 2013 (el año en que Los Angeles Times los siguió de cerca) recorrieron León, Arandas y Teacapan, más de mil 500 kilómetros entre Sinaloa, Jalisco y Guanajuato para subsistir trabajando de sol a sol en condiciones paupérrimas, realizando un esfuerzo físico que a su corta edad no están listos para hacer.
Los miedos están presentes todo el tiempo: Alejandrina y su hermano temen caer de la pick-up que transporta a la cuadrilla al campo, ser mordidos por una víbora, aplastados por un tractor o morir ahogados en los canales de riego.
La serie fotográfica de Don Bartletti es tan solo un ejemplo del sufrimiento y los riesgos por el que pasan más de 3.6 millones de niños y niñas mexicanas que deben trabajar para sobrevivir; sin embargo, el trabajo infantil no se limita a las áreas rurales.
El 30 % restante de niños trabajadores en el país viven en ciudades: desde en negocios informales como puestos callejeros, hasta formar parte de una red de trata que los explota y obliga a pedir dinero en el transporte público y otros puntos estratégicos de las calles, dándoles alimento y techo a cambio. Los estados donde el trabajo infantil es más recurrente son el Estado de México, Jalisco y Puebla.
Para erradicar el trabajo infantil primero es necesario acabar con la explotación humana. Mientras encontramos deseable seguir viviendo en un sistema donde el 1 % de la población acapara el 82 % de la riqueza, los fenómenos de esta naturaleza están condenados a repetirse.
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