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¿Qué es la felicidad y cómo podemos llegar a ella?
Tal vez este parezca el título de un mal libro de superación personal que posiblemente terminará tumbado en el librero de una persona deprimida y decadente; sin embargo, es una pregunta que deberíamos hacernos todos los días o al menos en aquellos en los que sentimos que el mundo descansa sobre nuestros hombros sin darnos tregua. Nos limitamos a creer que la felicidad está sólo en sentirnos bien en un plano terrenal, pero nos olvidamos que ya existe un nombre para eso: comodidad.
Los productos que nos aseguran cierto tipo de confort total abundan en el mercado y se disfrazan de fuentes inagotables de felicidad; no obstante, sin importar cuántos de estos artefactos lleguen a nuestras manos, nosotros seguiremos sintiéndonos vacíos. Es momento de que abramos nuestras mentes hacia nuevos paradigmas donde la plenitud no se encuentre en lo palpable, sino en algo que en primera instancia esté más allá de nuestra percepción limitada por el consumismo y la monotonía.
Si pensamos en la verdadera intención de las religiones dejando de lado a sus adeptos, encontraremos que muchas persiguen el mismo fin: la paz espiritual y la comunión entre fuerzas terrenales y espirituales.
Uno de los mejores ejemplos de esto es el de Hotei en el budismo, esa persona sonriente y regordeta que a menudo relacionamos con el Buda, pero en realidad fue un monje zen del siglo VIII quien nunca alcanzó la iluminación, mas encontró que la plenitud está basada en no preocuparse de nada y dejar que todo te sorprenda. Básicamente, que la clave de ser felices está en liberarse del estrés que generan las cosas materiales. ¿Hemos de tenerlas? Sí, pero no debemos aferrarnos a ellas como si fuera lo único que poseemos,
El budismo no es la única religión que fomenta el desapego de los bienes materiales. Asimismo, para los practicantes del hinduismo la vida de un hombre está dividida en cuatro partes: estudio, paternidad, peregrinaje y renunciación. En esta última fase el iniciado debe realizar un proceso de desapego total a los miedos y placeres del mundo terrenal y sólo enfocarse en encontrar los verdaderos valores de la vida.
A los hombres que han conseguido dejar todos sus bienes atrás se les conoce como sadhus. Salen de sus hogares para pasar el resto de su vida vagando en las ciudades, con el único propósito de meditar sobre la existencia humana a través de la observación; esto por ningún motivo los convierte en parias o inadaptados, al contrario, al ser hombres santos toda la comunidad los respeta y les ayuda a cumplir sus propósitos acercándoles comida o agua.
Existen varios tipos de sadhus pero tal vez uno de los más interesantes es el aghori pues entre sus principales prácticas se encuentra la de ingerir carne de los cadáveres que flotan en el río Ganges o de aquellos que son incinerados a las orillas del mismo. La intención de estos actos de canibalismo es mostrarnos que el cuerpo es sólo una fase más de la existencia y que, cuando esta etapa termina, la carne no es otra cosa más que materia inerte pues la persona ha trascendido a un plano más abstracto.
La santidad de estos hombres no se basa en la devoción a la religión que profesan, sino en la forma en que traducen las enseñanzas de ésta. Cada sadhu tiene una lectura diferente del Bhagavad–gītā, libro sagrado en el que está plasmada la vida y obra de de Krishna.
Quizá, la forma en la que nosotros podríamos alcanzar la felicidad sin despojarnos de todos es dejar de darle tanta importancia a los bienes materiales y preguntarnos si lo que hemos hecho hasta ahora con nuestras vidas nos satisface completamente. La vida de estos hombres debe servirnos también como un recordatorio de que no todas las religiones son algo negativo; al contrario, su verdadera intención, en teoría, es facilitarnos nuestra estadía en este mundo.
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Fuentes:
BEHOLD
Hinduism Today
Joey L.
Kumbhmelaindia