El vacío que una persona deja cuando muere, a veces, se reduce a un par de mantas, una almohada y unos cuantos objetos personales: un ventilador desvencijado, una silla de ruedas arruinada, algunos vestidos, un sombrero, un abrigo, un cepillo, un melancólico radio sin pilas. Tristes miserias para una vida que en plena juventud estuvo llena de color, de bailes, de misiones lejos del país, de sudorosos amoríos, de toda la energía de vivir.
El vacío de la habitación donde una persona pasa sus últimos días, a veces, no se llena con nada más que de una tristeza que flota como polvo en el aire o que se hace piedra como el lodo seco y se desmorona como el mismo. Las pláticas con los amigos han quedado atrás porque esos amigos están alcanzando la otra vida o porque la familia vive lejos y los nietos ya están haciendo una vida alejada de la ciudad que los vio nacer. Cuando el cuerpo se hace viejo, hasta la misma soledad le huye a la soledad de la tercera edad.
El vacío que se experimenta cuando una persona no está acompañada y la enfermedad le ronda, provoca que los sentidos estén adormilados y no se percaten de la proximidad de la muerte. Es ahí cuando interviene la lente del fotógrafo israelí Oded Wagenstein. El artista encaró la misión de captar los últimos días de un grupo de personas de la tercera edad en Cienfuegos, Cuba. En su mirada ha quedado atrás el añorado fuego que iluminó su juventud y que ahora luce inexistente, apagado, anhelado…
El vacío que una cámara puede captar e inmortalizar es una manera noble y loable de mantener los recuerdos vivos de alguien que hace mucho dejó de tenerlos. Que hace mucho dejó de tener vida. Que hace mucho que vive detrás de una pared carcomida por el tiempo, de una puerta de madera que se está pudriendo de melancolía, de una mirada que ruega por un poco más de vida en un intento por recuperar la ilusión.
«”El vacío que deja” es un proyecto personal en el que estaba tratando de utilizar el medio fotográfico para enfrentar mi miedo más grande — el tiempo — y mi miedo a morir», dice Oded Wagenstein. El artista pasó varios días y tardes con la gente a la que retrató para esta serie. Conversaron, vieron televisión juntos, los ayudaba a hacer las compras y compartieron sus temores como mujeres y hombres sensibles al paso del tiempo.
Cuando regresaba después de algunos meses a los departamentos de las personas con las que había convivido, se encontró con que algunos habían muerto. Ahí estaban sus objetos personales, ahí estaba el vacío que su existencia había dejado, ahora todo era tan efímero como el polvo depositado sobre sus objetos personales. Tereza Boniza es una de las mujeres que aparecen retratadas en esta serie. Las palabras dichas a Oded Wagenstein revelan el dolor que se experimenta cuando el tiempo pasa, se aleja y jamás regresa: «Creo que mantenerse optimista es bueno conforme vas envejeciendo. Pero más tarde es difícil mantener el sentimiento».
El vacío que una vida deja cuando termina, o el vacío que comienza a establecerse en el ambiente poco antes de morir, es retratada de manera íntima por la lente del nacido en Israel, colaborador habitual de National Geographic, Time Out y BBC. La serie fotográfica “El vacío que deja” fue reconocida con el premio LensCulture Portrait Awards 2017. Conoce más sobre su importante obra en: http://www.odedwagen.com
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Fuentes
Lens Culture
Digital Photography School