¿Cuánta sensualidad puede haber entre metales doblados, chimeneas y smog? Una mejor pregunta sería: ¿la sensualidad depende del entorno en la que una persona se desarrolla? Pensemos en ella como un animal salvaje que es capaz de liberar toda su belleza, incluso detrás de una jaula hecha del material más gris y carente de vida. Las grandes ciudades industrializadas se han encargado de fabricar estándares que nos dictan todo lo que cabe dentro de la etiqueta de lo sensual y lo que definitivamente se aleja de dicho concepto.
A pesar de las exigencias estéticas de países como Japón, el cuerpo, como producto de una fuerza que se niega a desaparecer —la naturaleza—, se muestra anarquista y en contra de todo credo, sistema o política. Comienza a crear su propia sensualidad a partir de sus propios límites y explotada en función de lo que tiene a su alrededor. Desde una habitación vacía, hasta un baño público, el cuerpo no dará aviso alguno, simplemente será y mostrará un encanto que le ha sido conferido de manera casi divina y que por lo tanto no puede ser destruido o manipulado por ninguna fuerza perteneciente a este mundo.
Sirviendo como un testimonio de esa fuerza corpórea, las fotografías de Takuya Nagata nos hablan de la sensualidad que va más allá del cuerpo y que incluso dentro de los gigantescos muros de hormigón que se levantan en las calles de Tokio y Fukoka es capaz de mostrar su lado más amable e incluso de explotarlo. El fotógrafo es capaz de capturar la belleza de un instante tan rutinario como el momento de orinar, rebajado por su cotidianidad a una simple necesidad biológica alejada de toda posibilidad estética, relegado al olvido por el simple hecho de ser parte de una rutina que poco o nada tiene que ver con la idea de la sensualidad.
Tal y como ocurre en las fotos de Nagata, uno debe de detenerse en cada fragmento de su cuerpo para redescubrirlo y saber que cada arruga, vello y pliegue es indispensable para poder apreciar la belleza que se oculta incluso en el rincón más inocente de nuestro ser. Regiones olvidadas que pasamos de largo como si no existieran. Sin embargo, consciente o inconscientemente sabemos que ceder a estas convenciones es rendirse ante una sociedad que cree tener el poder necesario de decir qué es lo que ante los ojos del mundo debe ser catalogado como hermoso.
Belleza, rebeldía y resistencia son tres de los elementos principales de las fotografías de esta artista japonesa, mismas que revelan lo que pocas se habían atrevido a percibir: la sensualidad como el símbolo indiscutible de la subversión y la perseverancia ante el crecimiento urbano cada vez más agresivo con quienes luchan por mantenerse lo más honestos posible con su propio cuerpo. No importa si estás en Japón, España, Alemania o Colombia, saberse sensual y apreciar el cuerpo es totalmente necesario para luchar contra la rutina.