No hay persona en el mundo que no busque justificar su existencia. Basamos las experiencias diarias en coincidencias astrológicas o filosóficas, pero siempre con la fiel creencia de que estamos aquí por un motivo de relevancia. El origen de Japón se encuentra justificado en un libro sagrado denominado “Kojiki”, que significa “registro de las cosas antiguas”. A diferencia de otras culturas, el relato nipón no habla del origen del universo ni tampoco de cómo surgió la humanidad, únicamente trata del nacimiento de la isla y las familias aristócratas del país.
Cuando el cielo y la tierra comenzaron a existir, aparecieron tres dioses espirituales que veían cómo del suelo surgieron tallos de juncos de los cuales aparecieron dos divinidades más. De ellas derivaron otras cinco y al final, nacieron los dos más importantes: Izanagi e Izanami. Hombre y mujer respectivamente. Ellos dos fueron los encargados de crear a Japón con un par de lanzas que clavaron desde el cielo agitándolas y salpicando gotas de agua que formaron la isla.
Sin un antecedente oral, la historia está plasmada tal cual en el libro e intenta justificar la existencia del país asiático. Pero, ¿qué ocurre cuando un japonés no se siente tan identificado con su origen? El Japón actual cuenta con 126, 338 796 habitantes coexistiendo en un mismo espacio que dista de ser cómodo. Cada hombre y mujer japonés han acreditado su vida a una serie de experiencias, todas derivadas del origen de su tierra. El libro indica que la convivencia diaria y la vida colectiva harán del mundo, o al menos de Japón, un lugar feliz. Yota Yoshida cuestiona su origen relacionándolo con la base de su fotografía: la soledad, la tristeza y el abandono.
Para Yoshida, salir a las calles y mirar los rostros de tantas personas topándose frente a frente, viéndose a los ojos y rozando sus cuerpos con desinterés, es la señal de que algo no funciona como debiera. Izanagi e Izanami crearon la tierra nipona para una convergencia de almas y personalidades. No obstante, en la era moderna, parece que eso se ha olvidado.
Yoshida sale a las calles con cámara en mano y observa cada punto en la ciudad más acelerada del mundo. Todos convergen en los empleos, caminan en las calles, asisten a los mismos conciertos y comen en los mismos lugares. Todo parece estar en orden, hasta que de pronto, entre tanta sonrisa y movilidad citadina, se asoman rostros solitarios, miradas perdidas y gestos cansados. Es entonces cuando el fotógrafo captura las caras que no son más que el reflejo del interior. Hombres, mujeres, ancianos, niños y hasta a animales son objeto del pensamiento de Yoshida quien los mira como lo que realmente son: personas que viven y sienten, no como una estadística más.
Lo que nos diferencia del resto de las especies naturales es la capacidad de pensar. Somos seres racionales. Sin embargo, pareciera que lo hacemos realmente, sólo cuando la extravagancia de las ciudades y de la vida en sí, nos ha aburrido y cansado. Yoshida ve en los rostros que captura ese sentimiento de hartazgo que deriva en la soledad e infelicidad notoriamente reverberados. Divagar en su propia mente, es la señal que el japonés toma como principio de su obra fotográfica.
Sin ninguna formación académica en fotografía, Yota Yoshida se vale de su percepción para realizar trabajos que hacen repensar al espectador sobre lo que pasa por la cabeza de los demás. Te hace sentir empatía en los evidentes sentimientos de sus retratados. Así, para el fotógrafo su trabajo se divide en tres percepciones del tiempo: Aquellos que aparecen sus fotografías, él como el narrador de historias y el espectador. Los tres existimos en un mismo momento en tiempos respectivos. No juntos, pero tampoco separados.
Yoshida captura justo esos momentos de lejanía en los que nos perdemos constantemente, en donde las miradas solo pueden tener un punto fijo y no somos conscientes de cuál es. Simplemente miramos al horizonte “analizando” o intentado hacerlo. Sin embargo, no se ha salvado de ser descubierto intentando robarse el momento. Por extraño que parezca, los que lo han descubierto en pleno disparo, son niños. En sólo dos fotografías, los capturados miran directamente al lente y son éstos pequeños que no por ser niños no se sientes abrumados. Demuestran un malestar tan incómodo como todos los demás.
Para Yoshida, ver a niños sentirse desesperadamente incómodos sin un motivo aparente, le recuerda a su propia infancia. Se ve en una retrospectiva que lo devuelve a los días en que su mirada se perdía para volver sin saber en donde había estado realmente. “Personifican una variedad de emociones de acuerdo al flujo del tiempo desde un pasado lejano, como el sentimiento de soledad cuando era pequeño”.
Al fotógrafo le gusta incomodar y ver la reacción entre la mirada distraída y la presión de un lente fotográfico frente a ellos. Sin embargo, nunca presiona, simplemente deja que su lente mire a través de ellos y capture justo el segundo deseado. Entonces, algunos miran y otros no. La mayoría sigue inmerso en sus pensamientos.
La desesperación se puede observar en sus fotografías, no es nada que se esconda o se presente de manera disfrazada. Pero, como la vida misma, cada quien tiene su propia opinión al respecto basada en las experiencias propias. Cada quien vive la soledad de manera diferente, pero es un sentimiento de empatía. así que cada fotografía la sentiremos propia, la atesoraremos y le daremos un significado, que es probablemente el mismo del fotógrafo. Porque, como él mismo lo dice: “Creo que las relaciones que surgen de quién está viendo qué, y quién no está viendo nada en absoluto, son muy importantes”. Sus tres puntos centrales sobre la visión y percepción de sus fotos son la prueba de que el arte es universal, en especial, el arte de la luz.
Si estás interesado en la percepción de las emociones, conoce algunos fotógrafos que retratan los diversos estados de ánimo. Así como Yoshida, hay otros fotógrafos que usan a la desesperación y soledad como bases de su trabajo, conócelos aquí.
Referencias:
yotayoshida.com
creators.com
itsnicethat.com