Uno de los momentos más importantes de los rituales fúnebres en Indonesia es la ceremonia de lavado de cuerpo. Siguiendo la tradición del hinduísmo balinés, se trata del primer paso para preparar a los difuntos para su siguiente vida más allá del mundo material. En la comunidad toraja, esta práctica es llevada al extremo cuando se trata de embalsamar a sus muertos.
Después de construir una base de madera que sostiene una cama de palma a manera de petate, los familiares y otras personas cercanas al difunto se presentan para preparar algunas lociones y menjurjes, que serán untados en el cuerpo inerte después de su lavado.
El cadáver es expuesto completamente desnudo y con ayuda de agua y jabón, decenas de manos ayudan a limpiar gentilmente su cuerpo. Un recipiente de barro se pasa de mano en mano para enguajarlo, siempre de arriba abajo, empezando por su cabeza y llegando hasta sus pies, que serán decorados con plantas un sentido mágico en su camino a la trascendencia.
Aún después de embalsamar a los cadáveres, los toraja mantienen una tradición que en ocasiones escandaliza las costumbres mortuorias de Occidente: pasados tres años, los muertos son nuevamente desenterrados para pasar los siguientes años en la casa que los vio nacer, acompañando a sus familiares desde sus ataúdes, una relación que sin duda reaviva la cercanía que tenemos con la muerte y al mismo tiempo, rompe el estigma de horror y tristeza para poder concebirla como lo que realmente es, un paso más del inagotable ciclo de la vida.
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