El sexo es bueno, el placer jamás.
La satisfacción es necesaria y la culpa irremediable.
Iniciando con premisas tan simples, hasta cierto grado cotidianas, podemos deducir que la utilización erótica de la mujer es permitida aunque deplorable; empero, el arrepentimiento lo cura todo y nos salva del pecado. Esto no se dice a la ligera ni bajo una sola voz. Con un cristianismo velado, mediante un espíritu católico que nos empapa aún cuando no lo queramos, en las calles rojas de una ciudad como la de México se vive a diario esa dualidad que nace del rapaz machismo, las buenas y corruptibles costumbres, además de los estratagemas de poder heredados de la iglesia. Esas aseveraciones, entonces, son una feliz mentira con la cual relajamos al alma.
Mejor escenario para ejemplificar esta vida de contrastes un tanto hipócritas no podríamos encontrar. La Plaza de la Soledad, al centro de la metrópolis, es el cuadro perfecto para registrar y ver de primera mano las consecuencias brutales de una cosmovisión europea, una tradición permisiva y grisácea de la religión, un oficio ancestral y una miopía cultural aparentemente inmortal, incapaz de hacernos observar con nitidez los verdaderos problemas del servicio sexual.
Maya Goded, fotógrafa mexicana, aborda con sublime tacto este análisis que a todos debería importarnos. Su trabajo, cargado de la sexualidad femenina y sus aristas destructivas –prostitución y violencia de género– traza las líneas de estudio visual en una sociedad donde la definición del rol femenino es sumamente estrecha y (pre)configurada por los mitos de la castidad, la fragilidad y la maternidad.
Su proyecto fotográfico, homónimo de la geografía roja de la Ciudad de México: “Plaza de la Soledad”, surgió de la necesidad de encontrar respuestas, interrogantes, locuciones y verdaderos diálogos que abrieran cualquier espacio capaz de unir la calle con el desarrollo de la sexualidad femenina; puente que a simple vista está dominado por la moral cristiana-católica, por la imagen idealizada de la buena mujer, pero debe ser juzgado con renovado carácter crítico para quebrar las ideas fosilizadas de una buena esposa, una madre inmaculada y una puta sin valía.
Cruzando los hilos de su íntima perspectiva como mujer y sus experiencias personales, Goded desdobló en sus capturas una imperiosa necesidad de entender a las mujeres y su papel en la sociedad. En el barrio de La Merced, donde el comercio ambulante, la prostitución, la vida en vecindades y hoteles, y la convivencia con padrotes y ladrones determinan el carácter particular de esta conflictiva zona de la ciudad, Maya dio principio a una serie fotográfica que hoy nos hace reflexionar compulsivamente en torno al comercio sexual y la religiosidad practicadas entre la población.
Las muchas iglesias del barrio, mismas que constituyen una parte fundamental en la vida de las sexo-servidoras y los cotidianos clientes, fungen también como un espacio brillante de expiación, convivencia, hipocresías morales y pasajeras igualdades.
“Plaza de la Soledad” transmite sin mediación ligera una sensación de intimidad y autenticidad, resultado de la confianza que logra establecer a través de los años con los personajes retratados. Tras cinco años de convivir con las prostitutas de La Merced logró retratar un lenguaje hasta ahora poco comprendido. Las mujeres frente a la lente de Goded se muestran trastocadas por los conceptos de poder y control, del prejuicio y los desplantes de desigualdad.
Mostrándolas en sus etapas más fuertes de dominio o vulnerabilidad, Maya ha procurado que en cada toma nos involucremos con la realidad de estas sexo-servidoras. Incluso causando incomodidad o pesadumbre, principalmente incitando a ello, es que las fotografías de la plaza adquieren una relevancia trascendente al simple hecho de ser imágenes congeladas en el tiempo. Por ejemplo, la artista comenta que “Una de las fotografías que siempre ha incomodado es la de Margarita, una sexo-servidora de 70 años acostada con un cliente en una cama de hotel. Me preguntaban si había hecho una puesta en escena, si lo había inventado. Argumentaban que ya no trabajan a esa edad. Me di cuenta de que les molestaba mucho ver a una mujer mayor teniendo relaciones sexuales”.
Confrontando las obcecaciones de pensamiento frente a la prostitución, Maya Goded aporta a nuestro imaginario los aspectos más dolorosos de la profesión de estas mujeres y sus secretos humanos. La venta de su intimidad en términos de la moral cristiana da como resultado este trabajo que capta el miedo, el abuso, el desgaste y la belleza alterna que puedes revisar por completo en su página oficial. Para conocer otras miradas similares, revisa aquellas Fotografías de lo que significa ser una chica francesa sin haber nacido mujer y las Fotografías de los burdeles de Bangladesh, donde la prostitución es legal y las mujeres no tienen derechos.