Quienes viven en la Ciudad de México seguramente han escuchado las eróticas leyendas que rondan alrededor del último vagón del metro. Aunque este espacio es un lugar común para los mitos urbanos en varias ciudades del mundo –como Nueva York–, en México, donde el surrealismo se convierte en una realidad a puertas abiertas, el carro que viene hasta el final del largo tren es el escenario perfecto para que nazca una extraña sensualidad. Una que sólo se explica a base de roces y agarradas de pito “accidentales”; mismas que desatan las pasiones de quienes las dan o las reciben.
Antes de que esto se convierta en una nota sensacionalista o una especie de testimonio exageradamente personal; es necesario explorar las diferentes perspectivas que la gente tiene acerca de esta leyenda negra del mundo subterráneo de la CDMX. Personajes como David Graham quien, desde la mirada de un extranjero, no podía creer que algo que en Estados Unidos sólo existía en los libros de Bukowsky, estuviera ocurriendo frente a sus ojos y sin ningún tipo de vergüenza.
La historia de la serie The Last Car comenzó de una manera azarosa. Como si no quisiera encontrarse con esta parte legendaria de una ciudad que todavía se esfuerza por cuidar una imagen que dejó de existir hace décadas, el fotógrafo decidió comenzar su búsqueda en diferentes líneas de metro hasta por fin dar con “la buena”. Fue entonces cuando uno de sus amigos le sugirió que se escabullera directamente en la Línea Rosa que recorre la ciudad de este a oeste.
«Para mi sorpresa, el último vagón sí existía con una escena aún más activa y evocativa de lo que había imaginado»
— David Graham
Haciendo un recorrido que va de la estación Observatorio a la de Pantitlán, la línea rosa es bien conocida por cruzar uno de los barrios abiertamente gay de la Ciudad de México: la Zona Rosa. Aún cuando en este lugar hay una buena cantidad de sex shops y sitios gay; el verdadero ambiente —de acuerdo con las imágenes y el testimonio de Graham— se encuentra en ese tren subterráneo que es, por decir algo, una mezcla de emociones y pasiones que no se ven muy a menudo.
«Ir a casa después de un largo día de trabajo con la emoción adicional de una sonrisa, un número de teléfono o tal vez una cita para finalizar el día».
— David Graham
Las personas que encuentran estas escenas un tanto repulsivas contrastan con Graham y quienes suben al último vagón del metro. Con aquellos que han notado que éste es un espacio en donde crece una pasión inquietante y que sólo se puede expresar a través de los gestos y miradas de quienes reciben no el amor que necesitan, sino el amor que merecen. Sólo en las manos de algún desconocido que, como ellos, busca un poco de consuelo más allá de lo convencional.
«Ése era el último vagón, “la última oportunidad para el amor”, que continúa vibrando en mi cerebro cuando las calles iluminadas en neón de Juárez y Roma Norte cobraron vida por la noche y las figuras lascivas reemplazaron a las ondas masivas corriendo para llegar a casa».
— David Graham
* * *
Si quieres conocer el último vagón del metro y estás lejos de la CDMX, puedes darle un vistazo al trabajo de David Graham.