No es que simplemente destruya los órganos y mine la salud del paciente. El cáncer es mucho más agresivo que eso. Es un monstruo que acaba con el espíritu de manera inmisericorde. «El tiempo se acorta, pero cada día que enfrento a este cáncer y sobrevivo a él es una victoria para mí», dijo la exactriz Ingrid Bergman en 1982 cuando llevaba ya varios meses peleando contra esta enfermedad, la cual terminó venciéndola a sus 67 años de edad.
Desde el punto de vista de la medicina, el cáncer es una enfermedad en la que un grupo de células anómalas se dividen sin control y destruyen de manera progresiva los tejidos corporales. Se originan en un órgano específico y cuando la enfermedad no es detectada y atacada a tiempo se va creando un proceso de avance descontrolado llamado metástasis que ataca a otros órganos. Es aquí cuando poco se puede hacer para salvar la vida del paciente.
Desde el punto de vista espiritual, el cáncer fue bautizado por la banda de rock Mastodon como Emperor of Sand, el amo de ese reloj de arena que avanza sin control hasta agotar su último grano; es decir, el momento en que la muerte arriba para llevarse en sus brazos a quien lleva en sus entrañas esa corrupción. El grupo decidió usar esa metáfora para titular su nuevo álbum, en el que exploran el significado de la enfermedad luego de que varios de sus familiares y amigos la padecieran.
El dolor de ser testigo del deterioro de alguien que padece cáncer es tan grande como llevar la enfermedad misma en el interior. En el rostro del paciente se nota la descomposición moral que experimenta mientras que en su cuerpo se plasman las huellas de la muerte invadiendo poco a poco. Por su parte, el acompañante asiste a la batalla sin más armas que su fortaleza anímica para dar bríos a su amigo, familiar, pareja o, lo que es peor, a su madre. Aquella persona cuya vitalidad parecía no tener fin, cuya energía parecía inagotable y cuya actitud hacia la vida parecía contagiarse a todo aquél que se parara a su lado, de pronto se viene abajo con un funesto diagnóstico.
Esa fuerza vital que se recuerda en la madre, los cuidados que prodigaba con tanta dedicación, el sentimiento de bienestar que sus brazos proporcionaban de pronto se derrumban cuando su cuerpo comienza a debilitarse y su razón a apagarse.
Varias etapas mentales y físicas son las que definen el cáncer: primero el shock inicial cuando el paciente se entera del diagnóstico. Enseguida viene un rechazo y los cuestionamientos hacia el destino, la vida y / o las fuerzas superiores en las que la persona cree. Se siente traicionado por ello y se aísla sin querer ver ni escuchar a nadie. Después viene la etapa del tormento físico durante el tratamiento, donde sobrevienen los cambios físicos: la piel se torna amarillenta, el cabello se cae y el estado general es de una profunda descompensación.
Una vez transcurrido este momento, el paciente entra en una etapa de resignación: sabe que es irremediable la labor de los doctores y los tratamientos a los que tiene que someterse. Y aquí es donde inicia uno de los momentos más delicados del proceso; la efectividad de las medicinas. Si el paciente observa que su cuerpo responde de forma favorable, existen esperanzas de sobrevivencia en su interior. En caso contrario, los ánimos decaerán y sus fuerzas se debilitarán hasta llegar a un inevitable desenlace.
Esta marea de hechos y sentimientos han sido llevados al plano material por la lente de Bibiana Medkova, quien acompañó a un amigo cercano durante el proceso de cáncer terminal de la madre de éste. Barbara Faraci (1944-2005) murió en septiembre de 2005 de manera irremediable después de estar internada en un hospicio de Queens, Nueva York. Su útero fue atacado por un cáncer en exceso agresivo que fue deteriorando todo lo que Barbara era: madre dedicada, mujer fuerte y consejera de su hijo.
Su hijo se dio a la tarea de modelar una máscara mortuoria (imagen superior) para preservar el rostro de su madre . Así quedaría un recuerdo para la posteridad de quien fuera la mujer más importante en su vida, una persona que luchó hasta sus últimos días para contrarrestar los efectos de la enfermedad.
Medkova se sumergió de lleno en el dolor de la familia, acompañó a su amigo durante largas estadías en el hospital para vivir de cerca su pena. Las imágenes en blanco y negro retratan el dolor en toda su naturaleza, dando un aspecto de profunda desazón y carencia absoluta de luz. Es normal que un hijo contemple la muerte de la madre, pero el cáncer, ese emperador de la arena que es el tiempo, resulta un rival diabólico que arrasa sin piedad el alma y cuerpo del paciente.
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Bibiana Medkova ha llegado hasta las fibras más sensibles de la enfermedad que cuesta la vida de más de 8 millones de personas en todo el mundo. Hasta el momento no se conoce un tratamiento certero que prometa a los pacientes una cura total ante una enfermedad que no sólo destruye los órganos, sino que hace lo mismo con el espíritu, la memoria, la vida y el seno familiar.
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