Todos somos testigos de las grandes piezas arquitectónicas que ha construido el hombre: palacios, estatuas colosales, edificios desde los cuales se pueden observar ciudades enteras, todas y cada una creaciones del humano. Nuestros métodos y estilos de construcción han evolucionado a la par de las nuevas tecnologías, no obstante, no somos la única especie capaz de construir fortalezas para protegernos y proveernos de un techo.
En el mundo animal existen pequeños seres encargados de tareas aparentemente insignificantes, pero vitales para el ciclo de vida de la naturaleza: los insectos; especies capaces de cargar 30 veces su peso, de crear un producto dulce como la miel y de limpiar una zona de alguna plaga. Los insectos son seres pequeños con grandes funciones.
No es de extrañar la capacidad de construcción de los insectos. Las hormigas, las abejas, las mariposas, las termitas y los escarabajos viven en comunidades tan grandes que es vital contar con un refugio donde puedan almacenar su comida, protegerse del clima y de los depredadores. Los insectos no necesitan pesadas barras de acero o kilos de cemento para construir refugios fuertes y resistentes, les basta con los materiales que existen en la naturaleza: ramas, tierra, cera y su propia saliva.
Arquitectos naturales, comunidades inmensas, organización dentro de la comunidad; los insectos son seres vivos merecedores de admiración por diversas cualidades como el trabajo en equipo, la dedicación hacia su oficio en el planeta y, en esta ocasión, por su gran trabajo como arquitectos de los refugios donde se alberga la totalidad de sus comunidades. Sean subterráneas o sobre la superficie, estas increíbles construcciones nos demuestran que el ser humano no es el único capaz de crear estructuras resistentes y bellas.
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