Vivir es sumamente complicado a pesar de que las personas digan lo contrario. La verdad es que, el simple hecho de existir resulta tan difícil, que algunos humanos prefieren convertirse en objetos inanimados que sólo se mueven gracias a la corriente del extenso mar llamado vida. Teóricamente somos libres, pero pocos se atreven a ejercer su libertad porque aquello implicaría hacerse responsable de sus actos así como de sus aciertos y errores.
Pese al esfuerzo y el vértigo de caer en el abismo (recordando lo que decía Kiergergaard), hay seres que toman las riendas de su existencia, niegan que el destino está en las manos de un dios e imponen su voluntad oponiéndose a las presiones y malestares que implica enfrentar al mundo solos. Aquellos hombres, según teorías existencialistas, son auténticos.
Las mujeres auténticas son entonces aquellas que -conscientes de lo que quieren en el mundo- luchan todos los días, con determinación y valor, para llegar a sus metas. Su fortaleza está en no tener los pies bien plantados en el suelo y no dejarse llevar por los vaivenes de la realidad; porque ante todo, primero está lo que ellas quieren. O dicho de otra forma, primero está su voluntad.
El fotógrafo Blaise Cepis trabaja con mujeres auténticas. Su discurso dice que al estar seguras de sí mismas pueden presentarse desnudas sin sentir vergüenza o miedo. Se hacen responsables de su desnudez y su belleza. Los espectadores sólo pueden perderse en sus agraciadas curvas y, al mismo tiempo, acrecentar la tenacidad de ellas al rendirse ante sus encantos.
Para darle más riqueza y crítica a su discurso, Blaise Cepis interviene el cuerpo femenino con espejos. Creando una deformación que va desde un grado mínimo a uno intenso.
Con un espejo se puede completar la parte faltante, pero también puede alterar la silueta. En la siguiente imagen por ejemplo, se puede ver a una mujer constituida por dos pares de piernas y glúteos, abriendo nuevas posibilidades de interpretación. Conoce su trabajo en su sitio oficial.
Se puede entender la inquietud de Cepis por variar la imagen a partir de la metáfora de los espejos deformantes que presentó Ramón del Valle-Inclán en la novela “Luces de bohemia”. El autor toma los dos espejos que se encuentran en el Callejón del Gato de Madrid para hacer su crítica existencialista. Cuando una persona se para frente al primer espejo su silueta se infla como la de un pez gorda, en el segundo presenta el reflejo del ser de manera invertida, es decir, con los pies para arriba. ¿De qué sirve ésta deformación?
En su libro los personajes viven un momento trágico, terrible, pero no son capaces de verlo porque carecen de valores morales. Según Joaquín del Valle-Inclán (nieto del autor), la obra no es una propuesta de solución para este estado de cosas. Es más bien “un grito de protesta y de denuncia contra una sociedad cuyos valores han desaparecido y convertido al mundo en un esperpento”.
Blaise usa la metáfora de los espejos distorcionadores en ciertas áreas del cuerpo femenino con otro propósito. Si se creía que las mujeres son inocentes, al presentar unas nalgas dobles, un dual juego de piernas y un sexo desdoblado, el fotógrafo nos obliga a pensar que en la sexualidad se esconde su motivación para su esencia auténtica o, ¿su ausencia de valores?
¿Qué es lo que pasa? ¿Acaso Blaise Cepis querrá decir que la mujer auténtica es aquella que se impone a la realidad con instinto salvaje? La respuesta es sí y no hay nada de malo en ello porque los tiempos de los existencialistas y de Valle-Inclán ya concluyeron. Ahora hay nuevos valores que nutren la voluntad y los deseos de vivir de manera auténtica.
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El trabajo de Blaise no sólo consiste en mostrar mujeres con poca ropa y formas extravagantes. Él plantea una crítica sobre las mujeres auténticas y la reivindicación de los valores en la sociedad actual con imágenes en apariencia sencillas pero con un trasfondo existencialista.
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