Los fotomontajes de Thomas Barbèy son inquietantes, alucinantes. Originario de Génova, el fotógrafo residente en Las Vegas utiliza sólo los colores blanco y negro, y en ocasiones sepia para hacer un arte surrealista, fantástico. Con técnicas tradicionales de retoque con photoshop o transposición de negativos logra efectos que hacen dudar, en donde se vuelve difícil comprender el principio y fin de cada elemento en cada imagen y trazar los límites con la mirada. El efecto es sublime.
En sus creaciones el cielo se confunde con el cielo, las ciudades se vuelven lienzos llenos de posibilidades, los animales se mimetizan con su entorno para ser uno mismo. Algunas de ellas dan vértigo, otras invitan a viajar por la imaginación, a dejarse llevar por las posibilidades que ofrece el mundo si se busca ver más allá de lo aparente, si se ven las cosas desde otra perspectiva, si se recurre a la magia.
Resultan ser verdaderas obras de arte llenas de impactos visuales y sorpresas, que a pesar de la monocromía transmiten historias con fuerza. Por más de veinte años, Barbèy se ha dedicado a viajar por el mundo con su cámara haciendo fotografías. Los resultados finales de cada pieza radican en el instinto. Al combinar los negativos entre sí, si la imagen que surge no le produce algún significado en específico, empieza de nuevo.
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