La guerra contra el narcotráfico en México sigue plagando las calles de muerte e incertidumbre en estados como Sinaloa, Chihuahua, Nuevo León, Michoacán, Guerrero y el Estado de México, donde se vive bajo un espiral de caos y delincuencia. Las desapariciones, secuestros y asesinatos parecen no terminar nunca, mientras los paisajes del país se tiñen de nostalgia y dolor, pues el crimen organizado ha dejado un vacío en la vida de las familias mexicanas a quienes de un momento a otro la delincuencia les ha arrancado a uno de sus miembros.
Ante este panorama, ¿cómo lidiar con la ausencia? Esta es la pregunta que enfrentan millones de mexicanos y que le da sentido al proyecto “Geografía del Dolor”, un homenaje a los desaparecidos en México en la última década con la intención de dar voz a los familiares de las víctimas de la delincuencia como un medio para expresar su angustia e impotencia ante la impunidad que las autoridades y el resto de la sociedad le han dado a cada uno de sus casos.
“Geografía del Dolor” es un proyecto de la fotoperiodista mexicana Mónica González quien, junto con el colectivo Sacbé integrado por Javier García, Iván Castañeda y Alejandra Saavedra, presenta más que una cartografía de las zonas con mayor delincuencia, pues el proyecto surge con el propósito de ser una voz colectiva para detener la inseguridad al ponernos en los zapatos de cada madre o padre desesperado en busca de sus hijos con la inagotable esperanza de mirarlos una vez más.
Sus fotografías son retratos de la vulnerabilidad y la nostalgia, de los rostros que se han perdido entre los conteos de la prensa y las calles de los pueblos fantasmas consumidos por el crimen. Su estética evita replicar la violencia explícita de la nota roja y, por el contrario, mantiene el respeto por los valores humanos sin restar la potente carga dramática que existe en este trabajo visual.
El trabajo documental de Mónica González inició de la mano de su labor periodística al cubrir el recorrido de la “Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad”, organizada por Javier Sicilia, que salió el 5 de mayo de 2011 de la ciudad de Cuernavaca, Morelos, recorrió ciudades ubicadas como focos rojos de la inseguridad, y regresó al Zócalo de la Ciudad de México el 8 de mayo del mismo año. La fotógrafa ya había encarado muchas veces al crimen, al trabajar por varios años como reportera en un periódico cubriendo los asesinatos en la Ciudad de México y la zona metropolitana, pero ella cuenta que cuando la caravana pasó por Durango, observó a un niño caer con un cuadro del retrato de su padre asesinado y en ese momento observó la violencia desde un ángulo diferente a la mirada periodística y pensó en ese niño desde la compasión humana. Ese día dejó de cubrir notas sobre la delincuencia y comenzó a involucrarse con el cambio social.
En 2011 ganó el Premio Nacional de Periodismo por la serie fotográfica de “Geografía del Dolor”, pero ese sería sólo el principio del camino que continuó con la realización de un pequeño documental para desahogar el sufrimiento que la sociedad ha llevado por tantos años en silencio. Así surgió el documental del proyecto como una herramienta para difundir y escuchar los testimonios de la impunidad, las voces de la impotencia que necesitaban más que un altavoz para expresarse.
Además, a lo largo del recorrido de la caravana se detenía en cada ciudad a conocer los casos de muchas víctimas y le pedía a cada familiar que narrara en una postal su historia y que escribiera también un mensaje con las palabras que quisieran que sus hijos, esposos, madres o hermanas recibieran. Cada postal que recolectó es un desafío al olvido y una metáfora del día en el que iniciaron un viaje del que no se sabe si volverán. En la cotidianidad, una postal funciona como un objeto para no perder contacto con alguien que se encuentra lejos, pero su labor en la “Geografía del Dolor” fue asociar el recuerdo íntimo con la denuncia pública para abrirle a cada ausente un espacio en la memoria colectiva.
Cada postal es un relato trágico acerca de lo que sucede cuando un niño de siete años no entiende por qué su hermana no ha vuelto a casa y que, además, pierde a su madre en la lucha por encontrar justicia; o cuando una madre suplica encontrar el cuerpo de su hija para terminar con la desgastante angustia de no saber cuál fue su destino.
En marzo de 2014 “Geografía del Dolor” se convirtió en una exposición del Museo Memoria y Tolerancia, en la Ciudad de México, donde se presentó la serie fotográfica y la colección de postales. Cuando Mónica González se dio cuenta de las reacciones que generó la exposición en las personas que la visitaron, decidió que el proyecto tenía que llegar a más conciencias, sabía que la fotografía ya no alcanzaba para exteriorizar toda la carga emocional de los testimonios que por sí mismos tenían una historia por contar. Ella tenía el objetivo de acompañar el dolor y no sólo documentarlo, así que empezó a diseñar la página web interactiva donde expone con detalle 15 casos de varios estados de la república a través de fotos y un cortometraje sobre cada ausencia.
Usando una herramienta como el Internet, la fotógrafa elimina las fronteras físicas que obstaculizan la empatía, al darse cuenta de que es sobre todo en el centro del país donde no conocemos la dimensión real del problema y de que los medios de comunicación son radicales al juzgar a los desaparecidos: si en México alguna persona es asesinada, se asume que tenía vínculos con el narcotráfico y los grupos criminales, pero la mayoría de los casos son víctimas de secuestro, de desapariciones forzadas por la policía y el ejército, de la trata de blancas y cada vez con más frecuencia desaparecen también periodistas y defensores de los derechos humanos.
Lo que “Geografía del Dolor” refleja es qué pasa con el ritmo de vida cuando se tiene el dolor permanente de una pérdida, se cuestiona las consecuencias de una sociedad que ha pecado de impune y no se preocupa por quienes se quedan en casa esperando las noticias de sus familiares desaparecidos. Las víctimas también somos los que convivimos con el miedo y la incertidumbre diariamente. La fotoperiodista ha contado cómo después de la difusión que la exposición en el museo y la página web, la han buscado muchas más personas que también sufren por la desaparición o el asesinato de sus seres queridos y necesitan que la sociedad conozca sus historias y los ayude en su búsqueda.
El proyecto resalta la lucha y la valentía de cada testimonio para presentarse ante su cámara exigiendo justicia. El impacto radica en leer de su puño y letra un sentimiento genuino, sin cifras ni sangre. La labor de “Geografía del Dolor” no ha terminado, ni terminará hasta que nos demos cuenta de que cada uno de nosotros se está sumergiendo en la violencia y la complicidad de la indiferencia. Como sociedad tenemos que demostrar cuánto nos están doliendo las profundas heridas del crimen organizado.