Olvidarse de los juegos, las conquistas amorosas que te permitían andar de la mano, nunca vivir una fiesta de quince, la emoción del despertar sexual, lo bonito que puede ser la pubertad y sobre todo, olvidar la escuela ¿Cuándo es el momento ideal para casarse? para las niñas de Georgia ese momento llega mucho antes que en cualquier otro lugar. No disfrutan su infancia y tampoco su vía adulta porque no saben cómo.
Están destinadas a crecer enojadas, a reclamar, a no sentirse plenas y comprender que la insatisfacción es algo muy común en su vida diaria. Tal vez sea difícil de creer que alguien pueda comprometerse a una edad tan corta pero en ocasiones, las tradiciones y costumbres pueden más que la lógica. No es raro oír que los gitanos contraen matrimonio a los 14 años, o que en África, a veces los hombres mayores se casan con jóvenes de 15 años. Lo aceptamos con trabajo pero aún sentimos escozor al pensar en lo que para nosotros es una aberración.
En Georgia las niñas se casan cuando son muy jóvenes. Algunas tienen doce años, otras un poco más y otras menos. Georgia es un país que se sitúa entre Asia y Europa, localizado en la costa del mar Negro, al sur del Cáucaso. El 17% de las niñas están comprometidas pero nadie habla de eso, nadie dice nada. La fotorreportera Daro Sulakauri, proveniente de ese país, ha intentado desentrañar lo que ocurre porque cuando ella tenía 13, sus padres intentaron casarla.
Cuando se convirtió en novia, dejó de ir a la escuela, no podía comprender lo que le ocurría pero estaba molesta y ese sentimiento se quedó hasta que alcanzó la edad adulta. Un año antes de que Sulakauri fuera novia, su compañera de clases lo fue, no entendía lo que significaba y nunca la volvió a ver. Su serie fotográfica intenta hablar sobre el fenómeno. Las niñas no tienen educación sexual ni ésta es ofrecida por algún tipo de institución. El tema es confuso, pues es algo que está arraigado pero un camino que nadie les enseña a emprender.
Sin las herramientas necesarias, sin la edad ni la experiencia para comprender qué ocurre, esas niñas que deberían estar en la primaria conocen a sus prometidos sólo unas horas antes de la boda. Las nociones que tienen sobre lo que ocurrirá y sus deseos importan poco y lo que ocurre parece no acabarse pronto. Aunque la Organización Mundial de la Salud ha presionado al gobierno para que solucione el problema por violar los derechos humanos, en Georgia siguen negando que un fenómeno así ocurra.
Son las regiones de Kakheti y Adjara las que tienen matrimonios entre niños con más frecuencia, probablemente por su religiosidad y las minorías étnicas. Además, la constitución de ese país impide el matrimonio antes de los 18 pues declara que todas las mujeres tienen el derecho a informarse sobre su sexualidad, pero entre lo que ocurre y lo que pasa, existe una franja de un grosor imborrable. Casi siempre en pueblos rurales los habitantes prefieren mantener su intimidad en secreto. Cuando Sulakauri empezó a llenar sus redes sociales con las fotografías que iba tomando, recibía comentarios y reacciones violentas. Pero sus imágenes dicen más que cualquier queja o secreto a voces, hablan claro por todas las que viven en reclusión y ella espera que algún día las cosas puedan cambiar.
Daro Sulakauri es una fotógrafa independiente que reside en la República de Georgia. Después de obtener su título en cinematografía se mudó a Nueva York para estudiar fotoperiodismo en la Escuela Internacional de Fotografía. Ganó el festival de Foto de Viena y más tarde, fue galardonada con el premio de los Derechos Humanos. Fue finalista en el premio Julia Margaret Cameron en la categoría editorial.
Las niñas de Georgia viven infelices, pero hay otras niñas que violadas, casadas y maltratadas, ahora son felices porque pudieron escapar del suplicio.
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