Las diferencias entre razas, la discriminación y la intolerancia ante lo distinto han creado conflictos entre las personas y las naciones. Las fronteras geográficas y de convivencia no sólo se interpusieron a partir de una postura geopolítica o ideológica, sino también como justificación a conductas racistas y de control sobre los pueblos “inferiores”.
En 1936 la Alemania nazi fue sede oficial de las Olimpiadas durante los primeros 16 días de agosto. La ciudad de Berlín recibió a 4 mil 66 deportistas de 49 países. Hitler fue nombrado canciller del país un año antes, el régimen que planeó para Alemania se impuso sobre el país y las prácticas en contra de las “razas inferiores”, consideradas así por los arios, se aplicaban de manera paulatina.
El interés nazi por mostrar a los arios como superiores a través de un evento deportivo mundial era la escenario perfecto, sin embargo el deseo de Hitler de mostrar la superioridad alemana cayó. El norteamericano Jesse Owens, también conocido como “el antílope de ébano”, haciendo referencia al color de su piel, había derrotado a todos los corredores del mundo y no sólo eso, batió records que no fueron superados hasta dos décadas después. Owens no sólo dejó su huella como atleta, su marca forma parte de la historia ante una ironía. Jesse ganó 4 medallas de oro e impuso records que en dos décadas no pudieron ser superados: 100 m en 9,4´´, salto de longitud con 8,13m, 200 m en 20,3´´ y 200 m con obstáculos en 22,6´´, convirtiéndose en la primera persona que bajaba de los 23´´ en esta última prueba. Cabe mencionar que en la prueba de los 200 m los alemanes no clasificaron.
Su carrera como deportista duró poco, sin embargo se convirtió en una leyenda y los acontecimientos que rodearon su vida a partir de sus victorias olímpicas aún causan curiosidad. Uno de los mitos más repetidos sobre Owen, es que Hitler saludaba de mano a los ganadores de las competencias y salió del estadio para evitar darle la mano a Jesse, sin embargo esta versión fue desmentida por el atleta en su biografía y mencionó que Adolfo lo saludó de mano.
Jesse Owens se convirtió en un héroe de las olimpiadas; el pueblo alemán estaba maravillado con el hombre que venció a los atletas y marcó records mundiales; la gente se abalanzaba sobre él para pedirle autógrafos a tal extremo que tuvo que cambiarse de hotel. Sin embargo, para Jesse ser ganador de 4 medallas olímpicas de oro no significó grandes cambios en su vida ya que siguió trabajando en el hotel para el que prestaba servicios antes de las olimpiadas, viajaba como cualquier ciudadano de color en la parte trasera del autobús y no consolidó su carrera deportiva de manera profesional.
Bromas del destino: En Alemania, Hitler le rindió homenaje a pesar de su desagrado hacia “razas inferiores” y en su país, Roosevelt no le estrechó la mano, ni fue invitado a los festejos de la Casa Blanca. Para conocer más sobre Jesse: http://www.jesseowens.com/