Ya todo está dicho; las grandes pinturas ya se hicieron. Algunos artistas cambiaron y revolucionaron el arte, muchos de ellos lo transformaron en algo que nunca se había visto, algo que parecía imposible y los tacharon de locos, pero poco a poco la emoción por el arte que teníamos en el siglo XX desapareció, todo se volvió fugaz, inmediato y hasta ridículo. La manera en la que se hacía arte se diversificó, nadie seguía lo que otro proponía y dominaban técnicas muy difíciles de entender. Dejaron de crearse piezas espléndidas al por mayor y comenzaron a utilizarse otros recursos que nunca se habían imaginado.
Pero las más grandes obras permanecen en la memoria. Hay testimonio de ellas, todos podemos verlas y estudiarlas en todos lados pero ya todo está dicho, no hay nada más que aportar. Muchos optan por reinterpretarlas, darles nueva vida. Algunos lo hacen a través de personas, unos más las retoman y transforman en cosas totalmente distintas. La fotografía sirve como un nuevo medio de interpretación para lo que parecía real pero no lo era. Ya no imaginamos lo bien definidas que están las curvas, lo hermosas que, seguramente, eran sus modelos, ahora las vemos de carne y hueso, son otras pero igualmente hermosas y atrevidas.
¿Quién fue la musa de los más grandes? ¿Aquella que inspiró a Modigliani, a Schiele o a Degas? Algunas las conocemos pero otras las ignoramos, han quedado en el olvido. La pintura tiene la cualidad de mostrarnos a alguien parecido pero no único. Ya no son estáticas, ni perduran intactas por años. Otros las retoman y las transforman.
El artista John Malkovich con el fotógrafo Sandro Miller lo hicieron años atrás, y con un tono humorístico y sarcástico transformaron las pinturas clásicas en unas fotografías recientes y divertidas. También Julianne Moore, acompañada del fotógrafo Peter Linderbergh, lo ha hecho. Sin desprestigiar la obra, rindiéndoles más bien un tributo a través de la réplica, porque aquellos estatutos que hace 60 años en los que Walter Benjamin aseguraba que la obra de arte debe conservar su aura ahora parecen impensables.
Es evidente que en el mercado del arte eso no pasa, las obras son reproductibles y adaptadas a nuevas interpretaciones. Representan la perfección de la época y el espíritu del pintor que las creó. Se hacen reales y cobran vida aquellas obras inmóviles que nos parecían impenetrables. Nos sentimos más cercanos y absortos por la belleza de la nueva musa. Ya no se trata de quién inspiró a Modigliani, la belleza de la damisela de Klimt o el calor de aquella que le mostró a Schiele más que el rostro. Se trata de la belleza del cuadro, la delicadeza de la figura y la nueva alma que posee alguien más y le da candor a la historia del arte.
Julianne Moore hace un extraordinario trabajo, se convierte en quien debe en cada una de las piezas, luce distinta, luce sensual y glamurosa. En el momento del shooting, 2008, Moore tenía 49 años y media 1.63 de altura, pero en cada una de las obras parece asemejar con gran realidad aquella edad y perfil de todas las mujeres en las pinturas de los grandes. Con siete obras de arte, el fotógrafo Peter Lindbergh logra mostrar al público siete facetas de la actriz. Siete artistas tienen el privilegio de ser reinterpretados como nunca antes.
Peter Lindbergh nació durante la Segunda Guerra Mundial en Polonia. Abandonó la escuela a los 15 años y después de hacer su servicio militar, se matriculó en la escuela de arte de Berlín. Pero fastidiado por la rutina, volvió a abandonarla y viajó por España, Francia y Marruecos. En Alemania volvió a matricularse en la escuela de arte y montó una exposición en 1969.
Fue en ese momento que conoció la fotografía. Su gusto por la pintura y la fotografía se unieron para convertirlo en uno de los fotógrafos del mundo de la moda imprescindibles. Ha trabajado para Calvin Klein, Armani, Donna Karan o Jil Sander. Ha retratado a los rostros del espectáculo más impresionantes como Angelina Jolie, Kate Moss y por supuesto Julianne Moore.
Según la diseñadora de modas japonesa, Rai Kawakubo, Peter Lindbergh retrata la humanidad inherente a sus fotografías. En las que no cuenta la ropa, ni las modelos sino su fortaleza. Esas fotos se convierten en un retrato despojado de artificios. Él ha declarado: “las mujeres siempre son más importantes que la ropa”.Esta sesión fue hecha para la revista más longeva en el ámbito de la moda: Harper’s Bazaar en 2008.
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