Para cualquier cronista de principios del siglo XIX, pasear por las calles de Londres era ser testigo privilegiado de un momento histórico jamás vivido en la historia de la humanidad. Las ciudades se habían convertido en los nuevos espacios de sociabilidad, enormes masas de trabajadores movilizadas diariamente a sus lugares de trabajo, donde las jornadas laborales eran inmensas y sofisticadamente cronometradas, generaban nuevas significaciones al espacio. Lo curioso del paisaje, lo novedoso, sin embargo, no dejaban de ser las fábricas: gigantes frankensteins de cemento, que escupían humo cual verdaderos seres mitológicos del medioevo, empezaban a reordenar las sinuosas coordenadas del ritmo y piedad de las ciudades. Donde entraban hombres, se vomitaban mercaderías. Lo mismo que anestesiaba a una porción imposible de la población, engrandecía con una robustez paradójica los marcos de la nueva era.
David Lynch, Untitle (Inglaterra) Finales de la década de 1980, principios de 1990 ©Collection of the artist
La serie de fotografías que bajo el título de The Factory Photographs está recorriendo las salas de Europa, en este momento, y hasta diciembre, en el MAST de Bolonia, quizás haya comprendido este gesto solemne de lo fabril. El fotógrafo no es más ni menos que David Lynch, alguien que, reducir a su rol de cineasta sería antes que un sacrilegio una engañosa perspectiva. Enamorado de su funcionamiento, recorrió la misma Inglaterra, Polonia, Estados Unidos, Alemania, en un transcurso de veinte años, fotografiando usinas en desuso, carcomidas por la vegetación, desoladas en su anquilosamiento. La tarea de su curadora, Petra Giloy-Hirtz, fue monumental. El resultado: 111 fotografías sin orden preciso, un número que a todas luces sigue encerrando el misterio que tanto apasiona al autor.
David Lynch-Untitle(Inglaterra) finales de 1980/principios de 1990 ©Collection of the artist
La capacidad de efectuar la magia se mantiene tanto en la fotografía como en su cine. Consciente de que el color traspone una suerte de límite, algo que nos permite ubicar las circunstancias en determinado tiempo, en determinado lugar, mantener la frescura del blanco y negro configura en el espectador una especie de ensueño. Cuando le preguntan qué significan, Lynch responde, somero: Míralas. Y fíjate qué hacen en ti.
David Lynch-Untitle(Lodz)2000 ©Collection of the artist
Si las fábricas fueron el símbolo indestructible del primer industrialismo, su agónico descenso indica que algo evidentemente ha cambiado. Sin embargo, en esta serie eso es lo que menos importa. Imposible negar que la desolación tiene cierto afrodisíaco secreto, personal. Un mundo en ruinas puede significar muchas cosas, puede encontrar invariables sentidos.
Buenaventura Durruti, el anarquista español, una vez dijo: No nos dan miedo las ruinas. Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Y ese mundo está creciendo en este instante.
David Lynch-Untitle(Lodz)2000 ©Collection of the artist