¿Por qué la música nos hace cimbrar? ¿Qué tiene esa mágica composición de sonidos que logra sacudirnos el hartazgo, la pereza y la ansiedad para levantarnos y mover sin control nuestro cuerpo? ¿Cómo es posible que la música se adueñe de tu torrente sanguíneo y logre maravillas físicas? Sea cual sea la respuesta y más allá de si alguna vez podamos conocer el porqué detrás de una de las actividades humanas más antiguas, es indiscutible que el baile y la danza siempre han inspirado a los grandes artistas.
Tomemos por ejemplo la obra de Edgar Degas, quien en su afán de observar y reproducir los ritmos y posturas de las personas al bailar dedicó gran parte de su obra a las bailarinas. Manteniendo el eje de la corriente impresionista, Degas se dedicó a pintar situaciones cotidianas y callejeras, que podían ocurrir en un café, en la calle o, quizás más en privado, dentro de una academia de baile. Las múltiples bailarinas de Degas fueron inmortalizadas en la historia durante sus ensayos o mientras se preparaban tras bambalinas, donde su estatus de profesionales era enfatizado por el autor a través de su estilo particular. Además, según lo que sabe de la vida de Degas y del contexto artística de su época, las bailarinas consistían en personajes que propiciaban una gran remuneración económica para los artistas, por lo que no sorprende que el parisino aprovechara para unir su interés profesional con aquello que podía aliviar las deudas contraídas por su hermano.
Interesado al igual que Degas en la danza y buscando retratar la magia que ocurre al bailar, el fotógrafo de danza de estudio Alexander Yakovlev se decidió a retratar esos momentos en que el bailarín se hace uno con la música. Al compás de las notas ocurre la explosión emocional que llena el alma de los que se dedican a vivir del arte de la danza. El trabajo del oriundo de Moscú también muestra la complejidad de la belleza, una donde el cuerpo humano es puesto a prueba y los límites físicos se rompen en honor a las musas griegas. Además, cada toma del fotógrafo se acompaña de toques y elementos que nos permiten aprecian lo dinámico de la composición.
La obra de Alexander, misma que puedes seguir en sus redes sociales, es una oda a aquellos seres humanos que entregan su vida al deleite del espectador. Desde ballet hasta break dance, las composiciones del ruso nos acercan un poco más a aquello que ha movido los corazones de sus protagonistas y que nos envuelve en una atmósfera de júbilo y asombro cada vez que los bailarines invaden un escenario.
Las fotografías de Alexander comunican no sólo pasión y esfuerzo, sino también son capaces de transmitir sentimientos que van más allá de la razón, donde es casi posible sentir la energía causada por la música y que nos hace temblar. Un tributo a la majestuosidad del cuerpo humano que no cede sino fluye ante el compás de las notas.
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