“Now if any of you, sons of bitches,
got anything else to say, now it’s the fucking time!”
– Kill Bill (2004)
El 11 de marzo de 2011, en la costa de Japón, el fondo de la tierra comenzó a moverse de forma estrepitosa. A los pocos momentos una ola de poco más de 40 metros se alzó apuntando hacia la zona de Tohoku, causando la muerte de casi 16 mil personas. El mundo entero se quedó en shock mirando el padecer de los nipones y tratando de asistir lo más rápido posible. La primera organización que llegó a proveer de comida, alimentos y demás servicios se ganó el respeto de los locales al atender el problema mucho antes que el mismo gobierno. Los individuos encargados de ese grupo salvavidas son parte de la organización más peligrosa de Japón: la mafia de los Yakuza
Los Yakuza es un grupo de sindicatos dedicados al crimen organizado. Como todas las mafias del mundo tiene un control sobre los negocios ilegales dentro del área y se dedican al robo o desvío de bienes para obtener una ganancia, pero eso sólo es la base. Algunos grupos de Yakuza se dedican al tráfico de personas y otros a drogas –a pesar de que muchos se alejan de ese producto por la forma en que es tratado el tema en Japón. A diferencia de otros grupos similares que extorsionan mediante la promesa de “protección”, los Yakuza intimidan accionistas en reuniones de las empresas para poder comprar acciones.
Eso los separa del resto de los grupos delictivos, los Yakuza hacen inversiones en grandes empresas entre las que se encuentran algunas gubernamentales. Y aunque otras organizaciones sí eliminAn esas acciones, otras parecen no notar que el gobierno está relacionado de forma indirecta con el crimen. Asimismo, los Yakuza no se quedan en un solo lugar, hay evidencia de que han tenido influencia en otros grupos internacionales y están conectados al tráfico de armas y de drogas.
Según un discurso de un oficial de la agencia de inteligencia nipona, 60 % de los que son parte de los Yakuza son “Burakumin”, un grupo que es discriminado en Japón. Su historia se remonta al siglo XI y son descendientes de las comunidades ajenas a la era feudal. Las actividades de ese grupo eran consideradas impuras, ya que tenían a carniceros, verdugos, enterradores o trabajadores de piel y vivían en comunidades pequeñas. Otra parte del porcentaje de trabajadores de los Yakuza también están relacionados con otros grupos étnicos.
Los Yakuza destacan por su estilo de vida. Mientras algunas mafias deben tener cuidado de no llamar la atención o se ven esforzados a mantener un lujo mínimo, los Yakuza, al ser considerados una organización semi-ilegal (por sus actividades altruistas) son considerado un grupo elite lleno de lujos, excesos y placeres. Tienen el mundo a sus pies. Se dice incluso que no hay actividad criminal ilegal en Japón que no esté conectada de una forma u otra a los Yakuza, así que son los jefes totales que controlan gran parte del país.
El fotógrafo Anton Kusters tenía la intriga de saber cómo sería pertenecer a ese mundo prácticamente exclusivo y casi imposible de entrar, a menos que seas joven. En sus propias palabras: “Entender lo que significa tener un pie dentro de la sociedad y otro afuera, qué significa saber que somos buenos y malos al mismo tiempo.” Así que comenzó a intentar adentrarse para capturar un vistazo de ese universo en sus imágenes.
Kusters tardó 10 meses en lograr acceso a esta terrible organización y piensa que el hecho de que también se considere como una persona que vive en dos mundos diferentes influyó en la aceptación para tomar fotografías. Sus imágenes se enfocan a las calles de Kabukicho, centro de Tokio, en el país nipón.
Kusters no encontró psicópatas, sino individuos normales, como nosotros. No son unos locos escandalosos como los presentaría Quentin Tarantino en su cinta “Kill Bill”, sino personas con sus propios trabajos y preocupaciones (aunque quizás más complejas). También relata que aunque no hay violencia, se percibe una presión al saber que estás en un lugar peligroso, en el que cualquier error puede terminar en consecuencias que alguien preferiría no imaginar.
Kusters tuvo suerte de que se le invitara a un funeral de un miembro Yakuza, cosa que no se había visto antes. La intimidad de las imágenes nos lleva por las calles oscuras y misteriosas de Tokio con hombres que parecen listos a hacer negocios. Bien vestidos y peinados, como en las películas de gángsters, los Yakuza tienen diferentes caras. La que alcanzó a ver Kusters con una especie de dolor, otra con estilo, pero no vemos el lado oscuro del que todos hablan. Aquél que causa muertes en las noches y que controla indirectamente el gobierno.
Los Yakuza, como el resto de las mafias, mantiene el honor por encima de todo. Es una organización que se considera una “hermandad”. Los valores de todas lo rigen y crean una jerarquía que parece una maquinaria perfecta.
Puedes ver más del trabajo de Anton Kusters en AntonKusters.com
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