La imposibilidad de tocar el tiempo, de atrapar las nubes en una habitación y tender el cielo en una sábana pueden justificar la existencia de la fotografía. Los fotógrafos son los intermediarios entre la realidad y el juego de la imaginación, esto lo sabe Logan Zillmer, quien se ha dedicado a un proyecto ambicioso que comprende un escenario distinto – inusitado y de estética surrealista- para cada día del año.
Con un claro apego a la visión de Magritte de revelar el misterio que contiene el mundo, Zillmer retoma la estética del pintor surrealista e integra en imágenes fijas elementos y objetos relacionados con el mundo visible. Su fotografías están ancladas a la estética de Magritte y encuentra en las mismas el canal para experimentar con la alteración de la realidad.
A diferencia de Magritte, Zillmer ve en la fotografía el camino para producir un ambiente de misterio y la ocupa como un momento en el que conviven, o se producen, escenas con elementos aparentemente aislados.
Para el norteamericano el objetivo de llevar a cabo sus fotografías es compartir un trozo de su imaginación desbordante que se convierta en un proceso de autodescubrimiento en medio de un viaje creativo.
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