La fotografía surgió a mediados del siglo XIX como una forma de arte avanzada producto de varias técnicas pictóricas y de impresión, con base en diversos principios sobre cámaras oscuras propuestos por Mo Di, Aristóteles, Euclides y Antemio de Tralles, entre los siglos V y VI a. C. Si las cámaras como se conocen en la actualidad se hubieran empezado a usar entonces, una práctica común hoy tal vez habría sido más pronto que tarde descubierta: las selfies. Este siglo y las épocas subsiguientes estarán sin dudas signados por la presencia de la tecnología en la vida diaria. Cada vez es más fácil que una persona se tome una foto de sí misma. Otro factor primordial de este contexto es la proliferación de las redes sociales, en las que se suelen compartir las selfies para obtener mayor cantidad de “me gusta” y de seguidores. Luce a menudo como un síntoma de las nuevas generaciones, influenciadas por la estética mediática y empujados por ambiciones “sociales” en un mundo que está migrando las relaciones interpersonales a interacciones con tecnología de por medio. Por eso se habla de trucos de maquillaje para lucir bien en las selfies, que no está mal si eso es lo que deseas, pero este fenómeno va más allá de cómo luces. Se trata de qué proeza realizas mientras te tomas una selfie.
Sin embargo, nadie imaginó que la llamada “moda de los selfies”, esa que te hace presumir de que viste una obra de arte pero no la entendiste, llegaría a convertirse en un verdadero peligro. En los últimos años se han registrado muertes de personas que intentaban hacerse una en alguna situación “audaz”. Dicha tendencia ha sido bautizada como “selfies mortales” y cada vez va ganando más adeptos. Un estudio realizado por la Universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh, encabezado por el estudiante de doctorado Hemank Lambda, señala que en 2014 murieron en todo el mundo al menos 15 personas mientras trataban de capturar una selfie. En 2015 el número subió a 39 y tan sólo en los primeros ocho meses de 2016, el número ascendió a 73.
La causa más frecuente registrada hasta el momento es la caída de lugares altos, pero también se tuvo conocimiento de ahogamientos, accidentes de tránsito y ataques de animales, que si se analiza con más detenimiento, es en efecto una forma de maltrato. En comparación con otras maneras excepcionales de muerte, los selfies se ubican en el cuarto puesto del ranking. La asfixia erótica se ubica en el primer lugar con 625 muertes en 2015, seguido de accidentes de avión y picaduras de abeja, con 58. Según cifras publicadas por el portal analítico Priceonomics, en China se registró un caso de muerte vinculada a las selfies entre 2014 y 2015, mientras que en la India hubo 19, lo que resulta alarmante, tomando en consideración la población, muy similar entre ambos países.
Rusia es el país que le sigue a la India en decesos por selfies. Allí varios jóvenes han muerto mientras caminaban por puentes y azoteas y se grababan para demostrar sus habilidades físicas en las redes sociales. Por esta razón, el Ministerio del Interior comenzó a difundir una breve guía que detalla cómo no morir mientras se hace una foto. El tercer puesto de la lista de Priceonomics lo ocupa Estados Unidos, donde las muertes se han debido principalmente a jóvenes que intentaron fotografiarse muy cerca de animales salvajes o se encontraban manipulando armas. La media de edad de las víctimas es de 21 años, cuyos datos se pueden comprobar al tomar en cuenta que 30 % de los selfies de las redes sociales son tomadas por personas de entre 18 y 24 años, en su mayoría hombres, quienes encabezan la lista con 75 % de las muertes por selfies.
Las mujeres tienen menor riesgo de sufrir algún accidente por este tipo de fotos. Hay una razón de peso para que se registre esta marcada diferencia: mientras que la mayoría de las selfies femeninas —sin ánimos de generalizar— se hacen para resaltar o exaltar aspectos como la belleza o el bienestar en general, las que se realizan los hombres suelen mostrar un aspecto más arriesgado, haciendo hincapié en la valentía, las habilidades y la fuerza.
Pero ¿por qué las personas ponen en riesgo su vida por inmortalizarse en una foto autotomada? Zlatan Krizan, profesor de Psicología de la Universidad Estatal de Iowa, en Estados Unidos, explica que dicho fenómeno puede estar relacionado con lo que es conocido como “comparación social competitiva”, que no es más que la comparación que hace la gente de su vida con la de otros. Esto aumenta el deseo de demostrar que son “mejores” o que su día a día es más interesante y divertido. Aunque en muchos casos se hace de manera inconsciente, en el fondo todos quieren estar a la cabeza o resaltar de alguna forma entre la multitud.
Medidas al alcance de una app
Ante la oleada de fallecimientos por selfies, Hemank Lambda y su equipo están desarrollando una aplicación que alerta a las personas sobre posibles peligros al momento de hacerse autofotos. Según sus creadores, la aplicación será capaz de identificar cuando alguien está tomando una foto en un punto alto, en las vías del tren o en otras situaciones de riesgo. La aplicación utilizará un sistema combinado de servicios de geolocalización y de reconocimiento de imágenes, de manera que alerte a los usuarios. Esta app ya se ha probado en 3.000 selfies con un algoritmo que, hasta ahora, ha tenido una tasa de éxito y efectividad de más de 70 %.
Las selfies legaron para quedarse. Incluso en el vocabulario y en la cultura colectiva, se han instaurado como una referencia generalizada de las más reciente generaciones. Desafortunadamente, también han pasado a ser protagonistas de desgracias. Lo que comenzó como algo inocente de hecho puede se una causal irrefutable de numerosas muertes, por lo que resulta necesario preguntarse si realmente merece la pena poner en riesgo la vida por un selfie.
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Así, con selfies por todos lados, sólo podemos asegurar que tenemos un culto por nosotros mismos tan arraigado que pocas veces conseguimos despegarnos de él y ver realmente las obras artísticas. En ocaciones ni siquiera tenemos es culto muy arraigado, es por no conocer el verdadero valor de lo artístico y en qué nivel estético podemos dejar de percibirlo de tal forma que se convierta en una pieza única que no demeritemos con una selfie.