La fotografías hacen posible detener un instante para siempre, poder mantener un pedacito de la memoria de manera física para el futuro. Permiten poder recurrir a un instante que se fue, una y otra vez sin correr el riesgo de distorsionar su recuerdo, de cambiar el color del vestido o el clima que hacía un día en específico. Las fotografías nos dan la posibilidad de reinterpretar historias. De jugar con ellas, de generar identidad y arraigo al reconocernos a nosotros mismos en dentro de ellas.
Con tan sólo 21 años, el fotógrafo, escultor y cineasta Nicholas Scarpinato ya tiene un estilo propio tan forjado que parece que lleve décadas perfeccionando su técnica. Decidido a mostrar imágenes oníricas, que deambulen entre la realidad y la ficción, crea fragmentos de historias y escenas que intrigan al espectador con una belleza que sobrecoge.
Desde sus colores, las interpretaciones de los personajes, las vestimentas o ausencias de ellas, todo se enmarca con un aura del pasado, con una mirada vintage que desconcierta todavía más a quien las observa, haciendo cuestionarnos por un momento si algunas de estas escenas llegaron a pasar incluso antes de la posibilidad de recurrir a los retoques; como si la magia que se desprende de ellas fuera de alguna manera posible, algo real. La naturaleza casi siempre presente se apodera de su obra, como si fuera el eje desde el cual se desprenden sus historias. Los personajes aparecen en actitud de desidia, como si cedieran a su situación dejándose ganar por una fuerza más grande que ellos mismos.
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Fuente de las imágenes:
MyModernMet