«Llegué a la Ciudad de México a estudiar a la UNAM a principios de 1973. Soy profesional por el apoyo que recibí del gobierno de entonces. Viví en la Casa del Estudiante Tabasqueño, ahí nos daban comida y hospedaje a ochenta jóvenes de escasos recursos económicos»: Andrés Manuel López Obrador nació y creció en Tepetitán, un pueblo de apenas mil 500 habitantes en el municipio de Macuspana, en Tabasco, al sureste de México.
«Cuando terminé la universidad regresé a Tabasco. El primer trabajo que tuve fue de director del Centro Coordinador Indigenista Chontal. Estuve en ese cargo de 1977 a 1982».
Las fotografías de López Obrador durante este periodo dan cuenta de un funcionario cercano a las necesidades populares, una cualidad que desarrolló en los años de trabajo con indígenas chontales y que posteriormente se convertiría en su sello de gobierno. El lustro que dedicó a esta labor es la razón por la que sea habitual encontrar un sinfín de relatos sobre su infancia y adolescencia en Macuspana, el sitio donde adquirió su primera experiencia política y al mismo tiempo, se hizo de una base popular.
«En las comunidades indígenas me formé como luchador social. En la zona maya chontal tomé conciencia de lo que es trabajar desde abajo y con la gente pobre».
El trabajo de base en el Centro lo catapultó hasta la presidencia del comité ejecutivo estatal del PRI, misma que abandonó el mismo año después de distintos conflictos con las bases priistas de Tabasco, que a su vez lo acusaban de difundir ideas socialistas en las comunidades indígenas del estado. Sería el primer desencuentro con el PRI, partido que dejaría definitivamente en 1987, cuando la Corriente Democrática marcó distancia con el priismo, culminando con la formación del PRD.
Durante esta época, López Obrador llegó a la Ciudad de México en calidad de Director de Promoción Social del Instituto Nacional del Consumidor para 1984. Después de formar parte de los fundadores del PRD, el político volvió a Tabasco, esta vez como candidato opositor para las elecciones de 1988:
«Cuando decidí enfrentar al régimen, el trabajo que había hecho en la zona indígena me permitió contar con el apoyo de la mayoría de los chontales. Los indígenas fueron los primeros en respaldarme en 1988, cuando fui candidato del Frente Democrático Nacional a la gubernatura de Tabasco».
Los comicios estatales traerían la primera de dos derrotas consecutivas en su intento por gobernar Tabasco y convertirse en el primer gobernador no priista de la entidad, en 1988 como candidato del Frente Democrático Nacional y en 1994 del PRD. Después de evidenciar una elección plagada de irregularidades en distintos municipios tabasqueños, López Obrador inició un movimiento denominado Éxodo por la Democracia, que logró ejercer la presión social suficiente para provocar la renuncia de Salvador Neme Castillo, gobernador priista.
La historia se repitió a los seis años y en 1994 Andrés Manuel enfrentaba su segunda derrota en los comicios estatales, de nueva cuenta a manos del PRI. AMLO documentó las irregularidades en las elecciones en un par de libros y esta vez formó parte de la Caravana por la Democracia, una marcha a la Ciudad de México que además de por los fraudes electorales en Tabasco, aglutinó distintos reclamos populares, entre ellos la oposición a la privatización de PEMEX. En ese contexto, el propio López Obrador recuerda uno de los instantes más álgidos de la Caravana:
«De esa época también es el episodio en el que me abrieron la cabeza con un macanazo en una de las tantas acciones que hemos llevado a cabo en defensa del petróleo (…) Decidimos protestar pacíficamente, impidiendo que transitaran los vehículos de las compañías petroleras por los caminos de las comunidades. El gobierno respondió movilizando al Ejército y a la policía judicial federal. Me tocó llegar a uno de esos caminos bloqueados, en el poblado de Guatacalca, Nacajuca, en el preciso momento en que estaban frente a frente quinientos militares y como mil chontales (…) Al verme, la gente se alegró y me puse hasta adelante. Ingenuamente le pedí a quien comandaba el operativo que me presentara una orden judicial. Como no hubo respuesta, nos pusimos a cantar el himno nacional y al terminar, desde los helicópteros –donde estaban los jefes del CISEN– se dio la orden de avanzar con escudos y macanas sobre nosotros. A mí me tocó un garrotazo, pero salí de la refriega con la dignidad en alto. Y no fue en vano; algo se logró».
En 2000, Andrés Manuel se convirtió en Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal. Se trataba de su primera victoria en un cargo de elección popular y a la postre, la plataforma desde donde su figura saltaría a la vida pública nacional, especialmente durante el proceso de desafuero en su contra entre 2004 y 2005. La opinión pública mayoritaria era que el proceso legal era una estrategia del gobierno en turno para evitar su inminente candidatura a las elecciones presidenciales de 2006.
«Luego de ser opositor, el 5 de diciembre del año 2000 tomé posesión como jefe de Gobierno de la Ciudad de México. El primer día salí al balcón de mi oficina en el Antiguo Ayuntamiento y miré hacia la plancha del Zócalo, donde había estado muchas veces protestando, como para no olvidar de dónde venía».
Las elecciones presidenciales de 2006 trajeron consigo los resultados más cerrados de la historia. Después de un largo proceso de impugnaciones y controversias electorales, el candidato del Partido Acción Nacional, Felipe Calderón Hinojosa, resultó electo presidente.
Convencido de su victoria, AMLO inició un movimiento de “resistencia civil pacífica” que provocó movilizaciones en la capital con la intención de ejercer presión a las autoridades electorales para realizar un recuento de votos. La acción más polémica del movimiento fue la acampada permanente en Reforma, donde se establecieron miles de seguidores manifestando su descontento. Este acto provocó un descenso súbito en su popularidad, además de distintas ridiculizaciones en medios de comunicación, que se enfocaron en mostrar su figura como la de un hombre terco, incapaz de aceptar la derrota.
En la opinión de distintos expertos, López Obrador había agotado su credibilidad política después de la controversia electoral y en 2012 –al menos en el papel– fue superado por Enrique Peña Nieto, candidato del PRI y el hombre que se encargará de suceder la banda presidencial la mañana del 1ero de Diciembre de 2018 en San Lázaro.
Seis años más tarde, esta vez de la mano del partido fundado por él mismo en 2011, López Obrador se convertirá en el primer presidente de México de un partido que se autodefine como de izquierda, después de obtener una mayoría histórica en los comicios federales celebrados en julio pasado. El hombre que creció en Tabasco y trabajó de la mano de las comunidades chontales, el mismo que fue reprimido por el ejército, aquél que había agotado su “crédito político” en 2006, hoy será nombrado Jefe de Estado, Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas y Presidente de México.
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