En un mundo envuelto de horror y crueldad se desarrollaron varias vidas de pequeños que no debían nada y cuyo mayor “error” fue nacer en un entorno gobernado por un salvajismo racial. Entre los años de 1939 y 1945 se desarrolló uno de los conflictos armados más fuertes de la historia humana: la Segunda Guerra Mundial. Rodeados por campos de concentración o exterminio a los cuales eran mandados gitanos, homosexuales, gitanos, eslavos y demás grupos de personas que “traicionaran la ideología pura Nazi”.
Entre 1943 y 1945 en dichos campos de concentración y exterminio morían más de 1,000 personas por día como resultado de la explotación, la desnutrición e incluso el exterminio. Muchas veces la imagen que viene a nuestra mente cuando tocamos el tema es la de adultos siendo maltratados, pero no olvidemos que la crueldad nunca distinguió edades; incluso bebés tuvieron que vivir en tan inhumana condición, ni hablar de las mujeres embarazadas.
El holocausto es uno de los episodios más vergonzosos de nuestra especie, pues se trató de un momento en el que un fanatismo extremo “justifica” la violencia de tan despreciables figuras. Aún con todo esto, hasta en las épocas más oscuras se esbozan destellos de bondad y del amor que debería ser motivo de unión para terminar con la distinción generadora de desprecio.
Así como Oskar Schindler salvó las vidas de más de 1,000 judíos al emplearlos en sus fábricas de armamento e incluso sacando a algunos de Europa, en Cultura Colectiva te presentamos a Stanislawa Leszczynska, la mujer que trató de salvar a más de 3,000 recién nacidos durante el exterminio nazi.
Stanislawa Leszczynska
Nacida en mayo de 1896 en Polonia, se dedicaba a atender partos mucho antes de la guerra mientras viajaba por su país para atender a las futuras madres. Todo cambió cuando el exterminio llegó a su país, ahí fue cuando comenzó la pesadilla. Fue separada de su familia para ser enviada junto con su hija a un campo de concentración con el único objetivo de sobrevivir sin imaginar que ejercería también su oficio entre las prisioneras.
Bebés con su madres en el primer campo de concentración en Dachau, Alemania.
Como era de esperarse, las condiciones en las que se encontraban los campos en Auschwitz no eran en lo más mínimo las mejores para dar a luz. Por supuesto no se contaba con sábanas limpias, equipo médico y para terminar, el lugar más cálido del lugar era junto a las calderas de las fábricas.
La mayoría de las madres no sabía que se encontraban embarazadas al llegar a los campos, por lo que una vez más los sacrificios eran indispensables. Una vez que su embarazo era evidente, Stanislawa convencía a las madres para dejar de comer su ración diaria de pan para que entonces pudieran cambiarlo por sábanas, pañales y un poco de ropa limpia para los recién nacidos.
Niños de Auschwitz liberados por el Ejército Soviético, Enero 27 1945.
Se le recuerda como una mujer fuerte y resistente; era la encargada de cuidar a las embarazadas y casi nunca se le veía descansar o dormir. En un ambiente extremo con supervisión médica en la que si no se encontraba sana la mano de obra, se les llevaba al exterminio, la polaca se dedicaba a cuidar a las recién madres para que lograran recuperarse lo más rápido posible. Era tan bueno el cuidado, que ninguna mujer ni su hijo falleció en el proceso.
Esto llevó a los nazis a tomar medidas pues ordenaron a la partera terminar con la vida de todos los recién nacidos. Como era de esperarse, Stanislawa se negó así que la solución fue recurrir a una prisionera recluida por infanticidio que si pudiera seguir las instrucciones. Cientos de niños fueron ahogados. A pesar de eso, la partera seguía teniendo tal éxito que el régimen no tuvo otra opción que mandar a todos los recién nacidos con características arias a orfanatos para su posterior adopción.
Bebé rescatado en la liberación de Auschwitz, 1945.
De cualquier forma el equipo médico del campo estaba enfurecido con la tasa de efectividad que la polaca tenía, experiencia que raramente contaba después de terminada la guerra. Organizaba grupos de mujeres que pudieran amamantar a los recién nacidos, lo que llevó a varios a sobrevivir y a los que realizaba una pequeña marca en el brazo con la esperanza de ser reunidos con sus madres biológicas una vez terminada la guerra.
Bebés sobrevivientes al Holocausto, 1945.
Con más de 3,000 partos, Stanislawa Leszczynska pudo sobrevivir al Holocausto para reunirse con sus tres hijos, quienes se convertirían en médicos. Falleció en el año de 1974 después de traer a un mundo, entonces caótico, a miles de bebés con la esperanza de que finalmente pudieran tener una vida plena y digna de contar.
El proceso para su beatificación comenzó en 2010, con lo que se convertiría en Santa por parte de la Iglesia Católica. Independiente a eso, es considerada como “Madre” de todos los bebés sobrevivientes en Auschwitz y que fueron rescatados en la liberación de 1945 durante el desenlace de la Segunda Guerra Mundial.
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