El Vaticano publicó esta tarde una carta del Papa Francisco dirigida «a todo el pueblo de Dios». En ella, la cabeza de la Iglesia Católica se lamenta de lo que llama «los abusos sexuales, de poder y de conciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas», refiriéndose a los casos más sonados de abuso sexual y en especial al escándalo destapado hace una semana por la Corte Suprema de Pensilvania, al norte de los Estados Unidos, donde se documentó el modus operandi y distintos testimonios de una red de 300 curas pederastas que abusaron sexualmente de más de mil menores durante al menos seis décadas en el estado.
En la misiva, el Papa señaló como insuficiente todo lo que se haga para pedir perdón y reparar el daño causado, además de asumir con «vergüenza y arrepentimiento» el descuido y abandono de los pequeños por parte de la comunidad eclesial.
A pesar de las constantes declaraciones de Francisco I condenando los abusos sexuales, la realidad es que la oleada de casos documentados de pederastia en el seno de la Iglesia es un problema que lo ha hecho desdecirse en distintas ocasiones, tal y como ocurrió con el caso de Chile, cuando durante su viaje al país andino a principios de 2018 se negó a aceptar las acusaciones de una red de abusadores sexuales calificándolas de calumnias sin pruebas.
Tres meses más tarde, el caso escaló hasta convertirse en un polvorín que habría de explotar definitivamente con la renuncia de los 34 obispos chilenos, sumiendo al catolicismo en la crisis más profunda en su historia en el país andino, que se suma a las distintas fracturas en Canadá, los Estados Unidos, Irlanda, Australia, México y otros países alrededor del globo donde los casos de pederastia se cuentan por decenas ante la tibieza de la Santa Sede.
Estas son las frases más significativas de la última carta al respecto del Papa Francisco:
«Mirando hacia el pasado nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Mirando hacia el futuro nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse».
«El dolor de las víctimas y sus familias es también nuestro dolor, por eso urge reafirmar una vez más nuestro compromiso para garantizar la protección de los menores y de los adultos en situación de vulnerabilidad».
«El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado. Pero su grito fue más fuerte que todas las medidas que lo intentaron silenciar o, incluso, que pretendieron resolverlo con decisiones que aumentaron la gravedad cayendo en la complicidad».
«Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños».
«Si en el pasado la omisión pudo convertirse en una forma de respuesta, hoy queremos que la solidaridad, entendida en su sentido más hondo y desafiante, se convierta en nuestro modo de hacer la historia presente y futura, en un ámbito donde los conflictos, las tensiones y especialmente las víctimas de todo tipo de abuso puedan encontrar una mano tendida que las proteja y rescate de su dolor».
«Soy consciente de la implementación de la “tolerancia cero” y de los modos de rendir cuentas por parte de todos aquellos que realicen o encubran estos delitos. Nos hemos demorado en aplicar estas acciones y sanciones tan necesarias, pero confío en que ayudarán a garantizar una mayor cultura del cuidado en el presente y en el futuro».
«Es imprescindible que como Iglesia podamos reconocer y condenar con dolor y vergüenza las atrocidades cometidas por personas consagradas, clérigos e incluso por todos aquellos que tenían la misión de velar y cuidar a los más vulnerables».
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Conoce más sobre el caso de Pensilvania luego de leer «La red de sacerdotes pederastas que abusó sexualmente de más de mil niños durante 70 años» y «Testimonios de los padres católicos que abusaron sexualmente de mil niños en los Estados Unidos».