El año de 1842, aún sin saberlo, la tribu norteamericana de los Sioux Oglala estaba dándole la bienvenida a uno de sus jefes más queridos y aguerridos en toda la historia: Crazy Horse. Desde muy pequeño, este hombre líder indio demostró grandes habilidades para la guerra al matar a su primer bisonte a la corta edad de doce años, misma en la que comenzó a mostrar sus cualidades como jinete. Sin embargo, al ser naturales, el joven guerrero no estaba sorprendido ni siquiera con sus propios atributos.
No fue hasta una noche que tuvo un sueño revelador, que Crazy Horse comenzó a creer que en sus manos podría estar el futuro no sólo de la tribu a la que pertenecía, sino el de todas los grupos de amerindios que habitaban el oeste de los Estados Unidos.
En sus visiones, el guerrero se vio en medio de una batalla rodeado de enemigos que trataban de asesinarle; no obstante a pesar de los golpes y proyectiles lanzados en su contra, ninguno de ellos lograba dañarlo, al contrario, serían estas mismas armas las que le darían la victoria.
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Una profecía cumplida
Debido a los crecientes casos de asaltos bancarios orquestados por el forajido Jesse James, 1865 significó un año decisivo para los Estados Unidos que, a pesar de contar con uno de los ejércitos más poderosos del mundo, se hallaba bajo la amenaza de una segunda Guerra Civil. Fracaso tras fracaso, al Comandante General Ulysses S. Grant se le agotaban los recursos para calmar y sacar al país del hoyo en el que se encontraba; fue entonces cuando decidió pedir la ayuda del entonces presidente Abraham Lincoln, quien propuso trasladar a la gente hacia los territorios del oeste.
Gracias a un ambicioso proyecto ferroviario, Lincoln logró que cientos de colonos buscaran una nueva vida estableciéndose en los terrenos alrededor de las vías de tren. Sin embargo, ninguno de ellos contaba con que estas zonas ya habían sido reclamadas por la Gran Nación Sioux, misma a la que pertenecía la tribu de Crazy Horse, quien estaba dispuesto a defender esas tierras que además de todo, eran consideradas como territorios sagrados que ni siquiera los mismos miembros de las tribus pertenecientes a la Nación Sioux podían ocupar.
Los reportes de soldados y colonos asesinados a manos de los sioux llegaban por montones a la Casa Blanca, por lo que en 1866 Grant decidió mandar un poderoso ejército de mil soldados al territorio de Wyoming, acto que evidentemente significó una amenaza aún más grande para los territorios de la Gran Nación Sioux, cuyos ejércitos ya eran liderados por Crazy Horse.
El 21 de diciembre de 1866, con un ejército de mil efectivos pertenecientes las tribus Cheyenne, Arapahoe y Sioux, el jefe guerrero Crazy Horse decidió realizar una táctica conocida como “la cabalgata del valiente”.
Esta estrategia consistía en provocar, con un grupo de 10 hombres —que en este caso se formó de dos cheyennes, dos arapahoes y seis sioux incluídos Caballo Loco—, a un ejército de al menos 100 soldados estadounidenses hasta conduciros a una ladera en donde éstos tendrían que descargar todas sus armas de fuego en contra del pequeño comando de 10 indios que se encontraban a una distancia poco favorable para las balas, tanto como para no herir a ningún guerrero.
Justo cuando la voz del general al mando del batallón dio la orden de “recarguen”, Crazy Horse lanzaría su característico grito de batalla: «¡Hoka Hey!» —Hoy es un buen día para morir— y con ello comenzaría lo que hoy se conoce como “la batalla de los cien asesinados” en donde todo el ejército enviado para asesinar a los guerreros amerindios fue aniquilado por completo y abandonado desnudo, sin armas y despojado de sus cueros cabelludos.
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La muerte de un hombre y el nacimiento de mil leyendas
Ante el innegable fracaso de sus tropas, el Comandante General Ulysses S. Grant decidió enviar al Teniente Coronel George Armstrong Custer —que gozaba de un impecable historial militar y quien años más tarde se convertiría en una figura emblemática de las historias del Viejo Oeste— a terminar con cualquier ejército convocado por Crazy Horse —quien para ese momento ya era algo mas que una leyenda viva— y de ser posible asesinar al guerrero que ya había ascendido al cargo de jefe de los Sioux Oglala.
El 5 de septiembre de 1877, acompañado de el 7º batallón de caballería —conformado por apenas 200 hombres—, el Coronel Custer avanzó hacia el río Little Bighorn donde le esperaba un verdadero ejército conformado por 1200 guerreros ansiosos por tener en sus manos la dorada cabellera de Custer quien no sólo no consiguió vencer a sus enemigos, sino que obligó a todo su batallón a sacrificarse ante las flechas y tomahawks del ejército conformado por soldados cheyenne, arapahoe y sioux.
Las teorías sobre la muerte de Crazy Horse aún resultan confusas; no obstante, se sabe que ésta llegó como fruto de una venganza planeada por el ejército de los Estados Unidos, quien lanzó una campaña de búsqueda y matanza contra todo indio que resultara responsable del asesinato del Teniente Coronel Custer; lista que obviamente encabezaba el jefe indio. Hasta ahora se sabe que fue una bayoneta clavada a traición la que provocó su muerte; no obstante, como cualquier otra leyenda nacida en este periodo de 30 años conocido como el Viejo Oeste, la figura de Crazy Horse sigue siendo recordada por el mundo como uno de los jefes guerreros más grandes de todos los tiempos.