A nivel mundial , las religiones monoteístas se encuentran en una campaña contra el movimiento LGBTTTI, pues estas inclusiones se convierten en problema y generan un dilema entre quienes están a favor y en contra de las leyes de Dios. No es la sexualidad en sí misma, sino una visión religiosa que quiere determinar qué es lo bueno y lo malo. No puede haber un homosexual creyente en Dios porque Dios no ha creado ni acepta la homosexualidad, es decir: discrimina y castiga cualquier expresión que no responda a la patriarcal y androcéntrica heterosexual.
Es esta concepción la que ha puesto en peligro la vida de miles de la comunidad. Hay quienes la defienden públicamente y con ello motivan nuevos asesinatos, por ejemplo, la muerte de 50 personas en Orlando; ante esto, Roger Jiménez, pastor de origen venezolano y líder de la iglesia Verity Baptist Church en Sacramento, California, generó una tormenta de críticas por un controversial sermón en el que elogió la masacre en el club, pues, según él, esto contribuyó a la eliminación de “sodomitas”. Aseguró que no pretende incitar a la violencia contra la comunidad, pero dijo que cree que Dios “ha puesto una sentencia de muerte” sobre ellos.
En este sentido, no se hará una reflexión sobre la sexualidad sino sobre el utilitarismo y la manipulación que hace la religión a través de un Dios hecho a su medida y necesidades de dominación y dogmatización, para beneficio de las élites hegemónicas que pueden infundir miedo y, con ello, seguir con el control de sus creencias y sus bolsillos. Es necesario definir una posición —de creyente o no creyente– para hacer las lecturas y los cuestionamientos pertinentes a este texto. De manera personal, me considero creyente y más que eso sapiente; sin embargo, me identifico con las visiones que consideran que la religión es todo lo contrario a la espiritualidad, o es la forma en la que la religión utiliza un lenguaje espiritual que tiene como propósito desviar al caminante de lo sagrado. Mientras la religión expulsó a Dios a un cielo idílico, la espiritualidad vive a Dios en todas las formas de la existencia. Si la religión se cimienta ante la idea de un paraíso o un infierno en el más allá; la espiritualidad vive en el presente del aquí y ahora, entiende que el paraíso es un estado de consciencia que siempre está con nosotros y en la que jamás habría un Dios que podría echarnos fuera, sino, uno mismo. Por ello es que las religiones no viven en este paraíso terrenal sino en un “infierno en la Tierra”.
Los que cuestionan a los LGBTTTI como a otras formas de vida y creencias, envueltos en una prepotencia y arrogancia sempiterna, utilizan a su religión para pretender convertir a sus dogmas en una verdad universal. Una actitud segregacionista y utilitaria del concepto de Dios, cuando existen múltiples definiciones y formas de percibir a la divinidad, por lo que no pueden apropiarse de lo sagrado ni hacerse los dueños de las leyes de la vida natural a partir de sus afirmaciones ortodoxas.
Hoy, se continua con el esquema ejercido en el proceso de cristianización evangelizadora, en el que su Dios es el “único” y “verdadero” para, irónicamente y bajo su nombre, asesinar a millones de seres humanos en todo el mundo. Por ejemplo, se calcula que las diversas matanzas y guerras llevadas a cabo por los cruzados produjeron 5 millones de muertes a lo largo de tres siglos y medio. Las guerras entre católicos y los protestantes franceses de doctrina calvinista o hugonotes, entre 1562-1598, causaron la muerte de al menos 3 millones de personas. En la época de la “santa inquisición” asesinaron a 40 mil mujeres acusadas de practicar brujería.
Las guerras santas mataron a unos 30 millones de personas en Europa; lo cual es la mitad de los 60 millones de habitantes de Amerindia, asesinados bajo diferentes ideas, pero todas ellas por el esperpéntico argumento de “extirpación de idolatrías”; y así se podría realiza una larga lista de episodios en distintas partes del mundo. El monoteísmo se ha manchado de sangre y de miseria hasta la actualidad con la cantidad de curas pederastas, pasando por los escándalos financieros del banco del Vaticano.
Con estos antecedentes, las religiones hablan de moral, ética, amor y ciencia para cuestionar los Derechos Humanos de la comunidad LGBTTTI, con argumentos llenos de fanatismo y de fundamentalismo, en el que hacen a Dios como un ser que juzga y discrimina de forma homofóbica, sexista y hasta racista, pues se creen los representantes autorizados por él, y en su nombre lanzan inquisiciones y cacerías cada vez que se ven afectados sus intereses.
Este es el problema de fondo, cada día se forman personas más conscientes, por lo que tienen menos feligreses, como en Europa (especialmente del norte) que ya no tienen a quién cobrar los diezmos o los sacramentos, o en el caso de otros países que ya no pueden mantenerlos tan fácilmente sumisos al servicio de los gobiernos conservadores de derecha, como fue la misión histórica de la iglesia y de las religiones. Algunos temen que eso se extienda por el resto del mundo y no puedan seguirse manteniendo sus salarios millonarios.
Desde las religiones monoteístas se concibe a la homosexualidad como un pecado, pero desde las concepciones espirituales habidas en todos los rincones del planeta, no existe una concepción pecaminosa sino de comprensión y respeto a cada expresión diversa de vida. Han entendido que es una situación milenaria existente en todos los pueblos del mundo, como otra forma de manifestación natural de la vida, pues es algo que también se da entre ciertos tipos de animales. Nos sabemos entonces por qué la gran conciencia se ha recreado así, en todo caso, podríamos decir que Dios es heterosexual y homosexual.
Otro argumento que las religiones, han utilizado es el de defender a la “familia tradicional”, es decir, están protegiendo a la familia patriarcal y machista, en la que el hombre es el que dirige, el referente, el prototipo y medida de lo que deben ser los demás miembros de la familia. La mujer debe ser sumisa, domeñada y obediente al hombre, y los hijos deben agachar la cabeza a lo que ordena y determina el padre, como era hasta hace unos pocos años atrás; esto lo quieren mantener y a la vez evitar que se disperse más, pues poco a poco las mujeres e hijos se van emancipando de esa tutela esclavista impuesta. Incluso, algunos extremistas cristianos alaban el burka que deja libre sólo los ojos de las mujeres, como lo hacen sus primos musulmanes, nietos del patriarca Abraham.
Esta actitud misógina de sometimiento es típica de sociedades monoteístas, verticalistas, machistas y fragmentarias. Por ello, estos grupos critican al feminismo, como al indigenismo, al etnicismo, al anticapacitismo, al antiespecismo y todos aquellos paradigmas que cuestionan el religiocentrismo, el paternalismo, el asistencialismo y todas las formas que apuntalan el sistema de dominación colonial, civilizatorio, monárquico, eurocéntrico. Entonces su dios es varón heterosexual y no admiten el sacerdocio de las mujeres; mataron a las milenarias diosas-madres y a las sacerdotisas indo-europeas, y luego se han dedicado a asesinar a toda expresión y principio femenino en las culturas del mundo. En su recorrido histórico no sólo han despreciado a las mujeres, las etnias, la sensibilidad y aquello que representa lo femenino de la vida, sino que también desprecian a la naturaleza (“la manzana prohibida”), por ello su vida ha estado dedicada a hacer cumplir lo que manda el génesis: “dominad a la naturaleza…” De esto podría derivarse el calentamiento climático que ha puesto en peligro la existencia de la especie humana.
Esto ha conducido a crear una sociedad sectaria, hegemonista, homogeneizadora y monocromática, la misma que poco a poco está desapareciendo, por lo cual están intentando frenar esta nueva consciencia que se expande. Menosprecian a los dioses y diosas indígenas, ya que las siguen calificando de idolatrías y de primitivismo. Repiten en sus iglesias y escuelas que los conquistadores trajeron la civilización y la cultura a tierra de infieles y paganos, por lo que alaban y reproducen todo lo que provenga de la derecha conservadora occidental; pues también son parte de los que apoyan a los países industrializados y todos sus conceptos neoliberales, desarrollistas y capitalistas.
En respuesta a todo esto, surgieron expresiones como la teología de la liberación, la iglesia de los pobres, los “curas rojos”, entre otros; personas que al interior de las mismas iglesias cristianas tomaron consciencia del poder de dominación y de manipulación del monoteísmo y sus gobiernos títeres. Son el claro ejemplo de la crisis de las religiones que reclaman cambios al interior y exterior de las iglesias, pues saben que estas congregaciones han estado siempre al servicio de los ricos y de todo aquello que represente el poder de control y sometimiento de quienes se les oponen. Por ello es que algunos psicólogos de universidades norteamericanas quieren declarar a la religión como una enfermedad. “En un reciente artículo de la revista Time se entrega una visión acerca de los daños que podría causar la religiosidad. La religión puede ser una fuente de consuelo que mejora el bienestar. Sin embargo, algunos tipos de religiosidad podrían ser una señal de problemas más profundos de la salud mental”. Habría entonces que abrir el debate y tomar una posición frente al declive de las religiones.
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A la religión siempre se le ha cuestionado las formas en que manipula las creencias de sus seguidores, además de que guarda muchos secretos, como El Priorato de Sion y el misterio que se esconde en la última cena. Y sí, las mujeres también han tenido su papel en la historia, conoce a la temible mujer que desplazó al Papa y controló al Vaticano.
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Referencias:[1] http://www.el-nacional.com/mundo/Pastor-venezolano-alaba-masacre-Orlando_0_866913526.html
[2] https://vistoenlaweb.org/2013/06/03/psiquiatras-preparan-terreno-para-declarar-la-religion-una-enfermedad-mental/