Este artículo fue publicado originalmente por Liliana Estrada el 7 de septiembre de 2017 y ha sido actualizado por Cultura Colectiva.
Alrededor de las 4 horas del 24 de mayo de 1940, el sonido resonante y contundente de las ametralladoras despertaron a Lev Davídovich Bronstein, mejor conocido como León Trotsky, fundador del Ejército Rojo, parte fundamental en el desarrollo de la Revolución Rusa, mano derecha de Lenin y enemigo número uno de Stalin, quien recibió asilo político en México de parte de Lázaro Cárdenas, presidente del país en ese entonces.
En ese año el mundo se disputaba una guerra en todos los sentidos, la Segunda Guerra Mundial estaba en uno de los puntos más altos, la Revolución Rusa y el fraccionamiento ideológico del Partido Comunista, también. Lenin había fallecido varios años atrás y Stalin llevó su discurso demasiado lejos, lo que se reflejó en todos y cada uno de los miembros del partido, incluso, en la ola de intelectuales de México.
León Trotsky en México
Trotsky era uno de los principales estrategas y líderes de guerra de la U.R.S.S. por cuestiones ideológicas y diferencias con Lenin. Fue expulsado del Partido Comunista y posteriormente de la Unión Soviética, dejando el camino libre a Stalin para que tomara el poder años más tarde y se encargara de perseguirlo por años hasta llegar a México, su última parada.
André Bretón lo describió como «El hombre que puso su genio y todas sus fuerzas al servicio de la causa más grande». Por otra parte, Diego Rivera, quien abogó por él para que le dieran asilo en el país tras pasar por diferentes partes de Europa, le acogió en su casa ubicada en Coyoacán; sin embargo, por diferencias políticas se mudó a unas cuadras de ahí en compañía de su esposa la pintora Frida Kahlo y un cerco de seguridad proporcionado por el gobierno, mismo, que Siqueiros burló para llegar hasta la habitación del ruso y disparar.
David Alfaro Siqueiros fue uno de los tres muralistas clave en la historia de México, revolucionario y fiel a sus creencias, miembro activo del Partido Comunista de México y parte fundamental de diversos grupos de intelectuales nacionales de la época. Visionario y futurista, fuera de categorías y de los cánones establecidos de la plástica, innovador en cuanto al uso de figuras geométricas en relieves y pinturas, incluso utilizó otro tipo de materiales para darle un acabado y colorido diferente.
Tiene el récord de pintar el mural más grande del mundo llamado La marcha de la humanidad, ubicado en Insurgentes, una de las avenidas más importantes de la CDMX.
Por qué Siqueiros intentó matar a Trotsky
Pero, ¿por qué Siqueiros intentó matar a Trotsky? cabe aclarar que no fue sólo el muralista quien lo llevó a cabo, según algunos, todo fue bajo la orden de Stalin a quien el originario de Chihuahua le era ideológicamente fiel. El mandatario ruso lo consideraba una amenaza para su revolución y por eso lo persiguió durante años mandando a más de veinte hombres, aunque al final, sólo necesitó a uno.
Aclaremos algo, Stalin y Trotsky eran miembros del Partido Comunista, los dos comenzaron a seguir a Lenin –un mismo líder– y disputaron las mismas batallas desde diferentes trincheras buscando por encima de cualquier cosa que la clase obrera y las ideas socialistas brillaran sobre el capitalismo y las potencias que este patrocinaba. Hasta ahí vamos bien.
Con el paso del tiempo, y los cambios en el poder dentro de la U.R.S.S. tras la muerte de Lenin, la mentalidad de sus miembros fue tomando rumbos diferentes, al grado de dividir al partido y a los socialistas en tres bandos leninistas, stalinistas y troskistas. Estos pensamientos acompañados de motivaciones referentes al poder y al liderato gubernamental destrozaron un sistema que parecía que funcionaba.
En México, durante esa época, el socialismo era tremendamente fuerte, los intelectuales del país –que eran muchos– protegían esta ideología, incluso el Partido Comunista tenía a diferentes figuras como Diego Rivera, Frida Kahlo, Tina Modotti, David Alfaro Siqueiros, entre muchos más en sus filas. En cuestiones de cultura, el país azteca estaba en una cumbre artística, literaria e ideológica como ninguna otra.
Llegó el punto donde las diferencias en la cima del movimiento socialista en Rusia llegó a tanto que alrededor del globo sus seguidores comenzaron a segmentarse, rompiendo con la idea de una “izquierda revolucionaria”. Stalinistas y leninistas comenzaron diferentes tipos de agresiones.
La intolerancia y la falta de comprensión llevó a colapsar un sistema que parecía funcional; las ideas de izquierda parecían funcionar incluso en México, pues el presidente Lázaro Cárdenas –a pesar de ser de un partido de derecha– mostraba ideas y acciones socialistas, algunas que llevaron a tener grandes éxitos como gobernante como la expropiación petrolera y la fundación del Instituto Politécnico Nacional.
Siqueiros, siguiendo una orden, y otros hombres irrumpieron en la casa del ruso, dejaron huellas de cada uno de los disparos al azar y en ningún momento abrieron la puerta de la habitación donde estaban Trotsky, su esposa Natalia y su nieto, quienes se refugiaron debajo de las camas y no les pasó nada.
Las huellas de aquel atentado aún pueden verse en la casa ubicada sobre Río Churubusco, Coyoacán, además, es posible ver todas las medidas de seguridad que tenía, ventanas selladas con ladrillos, torres de vigilancia. Al final, un conocido de la familia Trotsky entró por la noche y con un piolet le puso fin a la vida del revolucionario.
En verdad era necesario llegar a eso ¿sólo porque sus ideas eran diferentes? La intolerancia nos ha perseguido por años y sigue sucediendo, periodistas son asesinados a diario por ser fieles a sus creencias, mujeres y niños son violentados dentro de una sociedad que no respeta las ideas ajenas.
En portada: Etcétera