Son incontables las veces que escuché en la Facultad recitar cual poema la célebre frase de Salvador Allende: “Ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”. Habrá que reflexionar qué es ser revolucionario hoy, si parte de una premisa ideológica o de la revolución tecnológica; de cualquier manera, ambas determinan el comportamiento social de una región, y puede que la sociedad no se conduzca hacia ninguna por diversos factores de desmovilización. Somos actores en un mundo globalizado, tremendamente acelerado.
En distintos países, por ejemplo, se ha iniciado una verdadera transformación social y tecnológica, de la cual México ha intentado no quedarse atrás; sin embargo, nuestro caso tiene la particularidad de arrastrar una serie de problemas que van desde la falta de oportunidades, hasta una barrera mental arraigada en el imaginario colectivo; y es que tachamos y señalamos desde el siglo pasado a los jóvenes como transgresores del orden público, y no como la gran palanca ideológica y física de desarrollo.
El hecho de ser joven en México implica superar los escollos de una sociedad que no puede velar más que por sus intereses personales —la culpa no es de ellos—; la omisión de las necesidades tecnológicas, educativas y económicas por parte de las autoridades es otra de las cuestiones que hizo más grande la brecha de competencia frente a otras naciones.
El asunto no queda sólo en esto, luego de que la Cámara de Diputados aprobó el Paquete Económico para el 2017, los sectores con mayor porcentaje de recorte fueron la educación y la ciencia: la SEP y el CONACyT —con 31 mil y ocho mil millones de pesos menos respecto al ejercicio de 2016—. Las limitaciones económicas del país y sus políticas públicas fallidas no son las únicas razones que merman el desarrollo y aprovechamiento educativo, también lo son en cuanto a los proyectos científicos y el avance en los niveles de vida de los jóvenes.
El hecho de ser joven en México es que culturalmente se nos inculca la educación como puerta de salida para escapar de la miseria, y no como la ventana de oportunidad para el desarrollo intrapersonal, lo peor de todo es que las condiciones laborales de este país en algunos casos reafirman hasta la raíz el razonamiento anterior, por eso hay que “escoger algo que te dé para comer”.
Sin darnos cuenta nos hemos enmarcado como raza inferior, pues La Conquista, el mestizaje y la instauración de una colonia derivó en una dualidad generalizada, donde el sector más desprotegido aprendió a verse así, como víctima, como parte del problema; de esto que desde el periodo histórico de la Colonia se ha tratado de instaurar modelos de gobierno que poco tienen que ver con la realidad, aquella que llevamos en la sangre, y, por supuesto, generan mayores desigualdades y vicios difíciles de extraer.
Es precisamente en la debilidad de nuestra identidad en la que yace el problema, pues nos desconocemos a nosotros, lo que hace más difícil unificar una perspectiva de crecimiento objetiva para la sociedad y para nuestros jóvenes. Es pertinente aclarar que mis argumentos muestran un panorama distinto respecto a lo planteado políticamente, lo cual no ignoro y mucho menos justifico, ya que como parte de la sociedad civil, a veces, es difícil mirar hacia atrás y plantearse los objetivos que como sociedad tenemos que realizar.
La certidumbre que debemos dar de ahora en adelante a la juventud no debe partir sólo de una pequeña cámara de representantes, sino de la iniciativa de la sociedad civil por transmutar a una comunidad más organizada que denuncie y a la vez reconozca viejas prácticas. Si le suena a utopía es que entonces no estamos visualizando ni pensando en la generación de 37 millones de jóvenes que aguardan y acechan el presente; de ahí que la sociedad, usted y yo debamos emprender el camino antes de que el futuro nos alcance.
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A pesar de las desventajas que México tiene, es un país lleno de gente noble, que lucha todos los días por sobrevivir en una región que no siempre favorece a su pueblo; aun así, posee un vasta historia, por eso conoce las razones por las que la bandera de nuestro país es considerada una de las más bellas.